Este Día Internacional de los Museos, declarado por el ICOM (Consejo Internacional de Museos), sirve para ensalzar y exponer el primer museo de arte en México y uno de los más emblemáticos: el museo del Palacio de Bellas Artes, situado en un edificio que enamora tanto a turistas como a habitantes de la Ciudad de México desde su inauguración en 1934.

 CIUDAD DE MÉXICO.- Rodeado del verde de los árboles de la Alameda del Sur, el Palacio de Bellas Artes resplandece desde cualquier perspectiva. Sus colores neutros rematados por las cúpulas de cerámica en colores cálidos hacen que el sol brille sobre ellas aún más. El centro histórico de la ciudad de México luce tanto de día como de noche con este hermoso edificio, presenciado a diario por los por miles de personas que transitan por ahí, incapaces de pasar de largo y de ignorar su majestuosidad.

Historia del Palacio de Bellas Artes

En la gubernatura de Porfirio Díaz, a inicios del siglo XX, se ideó un Nuevo Teatro para la ciudad para festejar el centenario de la Independencia de México. Estos festejos contemplaban un programa de obras que consistían en embellecer toda la ciudad. Cabe destacar que Díaz, quien fuera presidente de México en siete ocasiones por un total de 30 años, buscaba unificar un país fragmentado e inestable durante siglos después de la independencia.

Desde el punto de vista macroeconómico, fue una buena época para México. Por primera, vez la deuda externa había sido cancelada y había avance en tecnología y cultura. México participaba en exposiciones internacionales de las bellas artes y era necesario contar con un recinto que albergara estos eventos. Con el fin de ser modernos, Porfirio Díaz pensó que era necesario buscar otro país que le sirviera de inspiración y al cual debía aspirar. Francia se convirtió en su modelo a seguir, que en ese entonces era la capital cultural mundial.

Diseño y Construcción del Palacio de Bellas Artes

El encargado de crear este nuevo edificio fue el arquitecto italiano Adamo Boari, quien en 1904 inició la construcción con el estilo arquitectónico en voga en ese momento en Europa: el Nuevo Arte Decorativo Moderno, internacionalmente conocido como Art Noveau. De hecho, el Palacio de Bellas Artes, se inspiró en la gran Opera Garnier de París. Tienen la misma composición y una cúpula rematada por una escultura muy similar.

En el espacio donde se construyó se situaba desde 1601 el convento de Santa Isabel, que sería demolido el mismo año que se colocó la primera piedra. Se habían estipulado 4 años para su construcción, pero se retrasó porque las características del suelo no soportaban la estructura. Otra de las razones fue el estallido de la Revolución mexicana en 1910, que dejó intacto e inconcluso al edificio por casi 30 años. Se reanudaron los trabajos nuevamente en 1929 bajo la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, pero esta vez a cargo del arquitecto mexicano Federico Mariscal, alumno de Boari. Debido a la crisis tras la revolución, el arquitecto italiano se había visto obligado a dejar el país en 1916 e incluso murió sin ver terminada su más grande obra. Para esta fecha, el estilo arquitectónico en turno ya no era el Art Noveau, y la modernidad se asomaba con las líneas simétricas del Art Deco. Es por eso que las diferencias estilísticas arquitectónicas son muy notables entre su exterior e interior.

Inauguración del Palacio de Bellas Artes y del museo

Finalmente se inaugura el Palacio de Bellas Artes el 29 de septiembre de 1934 como un recinto único en su género. Por su parte, el Museo del Palacio se inaugura dos meses después con el nombre de Museo Nacional de Artes Plásticas, que se convertiría en el primer museo de Arte en Mexico. Su acervo incluía piezas desde el siglo XVI, hasta los murales de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco; una sala de escultura mesoamericana; una de estampa mexicana; y la colección de Arte Popular de Roberto Montenegro.

Arquitectura exterior e interior del Palacio de Bellas Artes

A pesar de ser un estilo europeo, el arquitecto italiano trató de mezclar detalles de la cultura mexicana, como la escultura del águila devorando una serpiente que remata la cúpula. Y para los elementos de herrería se diseñaron exclusivamente varios modelos de puertas y ventanas con ornamentos de la flora y la fauna mexicanas: liras, hojas, tallos y palmas. El mármol blanco de las columnas, pilastras, balcones y todos los elementos decorativos son provenientes de Carrara, Italia.

En el interior, el arquitecto mexicano decidió tomar una postura nacionalista y adaptó el Art Deco a la arquitectura prehispánica. Así fue como resolvió que Chac (Tlaloc para los Teotihuacanos), el Dios de la lluvia, fuera el elemento de inspiración y se ve reflejado en el vestíbulo principal con el mascaron que sobresale en las alturas y las lámparas que representan el agua a manera de fuentes brotando. Además, todo el vestíbulo con las escalinatas que remiten a una pirámide prehispánica te llevan a la puerta del teatro, donde en la sala principal resalta el famoso mosaico de vidrio opalescente hecho con más de un millón de cristales  de dos centímetros cuadrados que dan forma a una panorámica del Valle de México, realizado por la Casa Tiffany de Nueva York. Es el único espacio de ópera en el mundo con un telón de cristal.