La calidad y precio de los antojitos de La Antojería (Juárez 38) no tendrán parecido en varios kilómetros a la redonda, en el corazón de la Ciudad de México. El picadillo, la cochinita, el chorizo, el bisteck, la cecina, los caldos y sobre todo el sazón y la atención nos harán volver.

Por Gonzalo Gabriel Estrada Cervantes.

CIUDAD DEMÉXICO.- Para gusto colores y yo diría que también sabores. En mi nueva etapa de Godínez (trabajador de oficina) en la ciudad más diversa del mundo, la Ciudad de México, me encuentro con esa disyuntiva diaria de dónde “pasar el susto” del mediodía: qué comer y cómo… en puesto fijo, semifijo, ambulante, móvil, en terraza, local o a nivel de calle.

Basta caminar no menos de 500 metros para encontrar por el rumbo que tomes una gran variedad de alternativas gastronómicas para todos los bolsillos. Desde comida corrida (menú del día para los españoles) de 55 pesos (unos dos euros) hasta un buen menú “Godín” de 120 a 130 lanas o pelucas.

En busca de los sagrados alimentos del mediodía y dado que para mí fortuna me encuentro ubicado en un enclave estratégico como lo es El Caballito, en la confluencia de Reforma, Bucareli y Juárez, hay de “tocho morocho”.

Andando unos paso me situé frente a la Alameda Central, justo mirando al Hemiciclo a Juárez y me encuentro con La Antojería en pleno día de su inauguración. Con un diseño muy sencillo y generoso, es como una tienda-cantina del sureste mexicano. Mesas y sillas sencillas y en el centro un comible ramo de Pápalo pa’l taco. Las rejas  de refresco y los “cartuchos” de cheve le dan un aire rural que ni en el ejido.

Es impecable la atención del encargado, Abraham, y Hugo, jefe de meseros. La gente de barra y cocina no escatiman en atenciones ni mimos gastronómicos. Pedí un caldito de pollo que daban ganas de andar con resaca o cruda, para los entendidos mexicanos. Unas chalupitas poblanas que derramaban sabor por todas sus redondeces. Para terminar me refiné un par de tacos al pastor elaborados con una fina carne de cerdo y bien trabajada la tortilla de elaboración in situ y de la mano y el cuchillo de un característico taquero mexicano, con sus kilitos de más que más simpático le hacen. De beber, además de refrescos y aguas frescas, hay cualquier variedad de cervezas y micheladas y lo que termine en “chelas” y “ladas” y más.

Le eché vistazo a la carta y regresé a cenar otro buen día y a reconfirmar los tacos de pastor con su verdurita y piña y sus tres salsas a escoger, verde, roja, y tatemada. Esa noche de viernes el sitio estaba a tope. En otras mesas los de mayor apetito se ejecutaban unos chilaquiles de campeonato.

Me atrevo a confirmar que la vitamina T (tacos, tortas y tostadas) no tendrá simil en varios kilómetros a la redonda en el corazón de la CDMX.

El Picadillo, la cochinita, el chorizo, el bistec, la cecina, los caldos, y sobre todo el sazón y la atención, nos harán volver.

Como nadie experimenta los sabores en boca ajena, pasen a La Antojería si andan por la Alameda Central de la hermosa Ciudad de México. Promete situarse entre las mejores opciones de su tipo en calidad, precio y variedad. Ya que según me cuenta unos de sus creadores cada cierto tiempo cambiaran toda la carta que irá tocando los paladares con platillos típicos de los 32 estados de nuestro maravilloso país. ¡Un pedacito de cada rincón de México. Y sí!