Guanajuato es la Capital Cervantina de América y también la sede del Museo Iconográfico del Quijote. Eulalio Ferrer fue su impulsor. Un exiliado español que un día intercambió una cajetilla de cigarros por un ejemplar del Quijote, y desde entonces dedicó su vida a difundir la obra de Cervantes.

GUANAJUATO, México.- Eulalio Ferrer nació en Santander (Cantabria) en 1921, pero acabó viviendo la mayor parte de su vida en México. Durante la Guerra Civil española, con solo 19 años de edad, se convirtió en el capitán más joven de la República. Estuvo en el bando perdedor y se vio obligado a huir a Francia en 1939 después del conflicto.

Igual que otros 100 mil refugiados españoles, estuvo en el campo de concentración de Argelès-sur-Mere. Su única posesión era una cajetilla de cigarros que le dieron al cruzar la frontera. Un soldado extremeño le ofreció un intercambio: la cajetilla por un pequeño libro que casi cabía en la palma de su mano. Eulalio aceptó.

Era un ejemplar del Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, que cambiaría su vida para siempre y que fue la semilla de la que varias décadas después nació el Museo Iconográfico del Quijote (MIQ) en la ciudad mexicana de Guanajuato, la mayor colección artística dedicada íntegramente al Caballero de la Triste Figura.

Aquí se exhiben actualmente más de 900 obras de arte sobre el Ingenioso Hidalgo que Eulalio Ferrer fue acumulando durante toda su vida en México.

Una donación, realizada a través de su Fundación Eulalio Ferrer, con la que quiso retribuir y agradecer al país que le acogió en el exilio.

En las 16 salas de este museo, encontramos obras como la “Calavera Quijotesca” del gran pintor mexicano José Guadalupe Posada. También una de las litografías originales con las que Salvador Dalí ilustró el Quijote en 1981 o “Retrato de Quijote”, de Antonio Quirós. Además hay pinturas y esculturas de Leonardo Nierman, Alfredo Zalce, Rufino Tamayo, Chucho Reyes y muchos otros artistas.

De la desventura del exilio a la mayor colección del Quijote

Cuando los nazis invadieron Francia en 1940, Eulalio Ferrer tuvo que abandonar el campo Argèles-Sur-Mere y se embarcó junto a su familia rumbo a Veracruz. México se convertiría en su hogar. En aquel barco leía a diario a Don Quijote, y allí supo que su misión en la vida sería difundir en el mundo la obra de Cervantes.

“Entre una multitud contagiosa de piojos compartidos, un libro que hacía de la locura el escondite de las verdades de su tiempo, transformando nuestras miserias, entre locos reales, en sueños de redención y antorchas de esperanza”, escribió el propio Eulalio Ferrer, antes de fallecer en el año 2009.

Cuando se instaló en Oaxaca junto a su familia en 1940, retomó la carrera periodística y publicitaria que había iniciado en Cantabria antes de que la Guerra Civil lo interrumpiese todo.

Empezó a reunir algunas artesanías, vaciados en bronce, piezas de cerámica Lladró y ejemplares del Quijote, las ediciones más bellas que encontraba. En pocos años llegó a acumular más de 250 Quijotes, además de otros libros dedicados a estudiar la obra de Cervantes.

Con el paso de los años se mudó a la capital mexicana y prosperó mucho en la industria de la publicidad y la comunicación. Eso le permitió pasar a coleccionar grandes obras de arte dedicadas al Quijote.

Invirtió una fortuna en encomendar a los artistas más talentosos y renombrados de España y México obras dedicadas al Caballero de la Triste Figura. Así hasta sumar la gran colección que desde 1987 se exhibe en el Museo Iconográfico del Quijote, en pleno centro de Guanajuato.

“Se obsesionó por buscar a Don Quijote en el arte, trayéndolo de la ficción a la materia. Y si no lo encontraba, buscaba quién lo pudiera crear. Encontró una misión: formar la colección artística de Quijotes más grande del mundo”, cuentan en el Museo.

La capital cervantina de América

En el año 2005, el Centro UNESCO de Castilla-La Mancha concedió oficialmente a Guanajuato el título de “Capital Cervantina de América”. No hay una ciudad en todo el continente donde se venere más al Quijote y a la obra de Cervantes.

En esta ciudad, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la ONU, hay una tumba donde está simbólicamente enterrado el Quijote y todos los años desde 1953 se celebra en octubre el Festival Internacional Cervantino, la actividad cultural más importante de México y América Latina.

Las calles, teatros, museos y salas de conciertos de Guanajuato se convierten en un gran escenario dedicado a las artes escénicas. Convergen la dramaturgia, la música, la danza, la ópera, las artes plásticas y la literatura con compañías, artistas y escritores llegados de todo el mundo que transitan entre la modernidad y la tradición.

Un festival que surgió de la iniciativa de otro español, el catedrático y director de teatro Enrique Ruelas, quien hace 68 años tuvo la idea de representar por primera vez en las calles de Guanajuato los Entremeses de Cervantes. La comunidad guajuatense se involucró en el proyecto y desde entonces se realiza el Festival cada año.

Este 2018, el Festival Internacional Cervantino se celebrará del 10 al 28 de octubre. El país invitado en esta edición será la India. Participarán 35 naciones con 110 grupos artísticos y 195 espectáculos. (Ver programación aquí).

El sueño mexicano de Cervantes

Antes de escribir El Quijote, Miguel de Cervantes quiso mudarse a América para desempeñar un cargo administrativo. El 6 de junio de 1590 escribió una carta el entonces Rey de España, Felipe II.

En esa misiva defiende sus méritos militares y solicita cubrir alguna de las vacantes administrativas en el entonces llamado Nuevo Mundo. Entre otras, pide la Gobernación del Soconusco (Chiapas, México).

Su sueño no se cumplió en vida. Pero gracias a la ciudad de Guanajuato y sus habitantes, y a la titánica labor de los españoles Eulalio Ferrer y Miguel Ruelas, Cervantes y El Quijote están muy presentes en México.

En la tumba que Guanajuato dedica al caballero de la triste figura, sobre la urna donde por iniciativa de un grupo de lectores reposa una edición del Quijote, se puede leer: “Cervantes quiso venir a la Nueva España. Nunca se le concedió el permiso: de alguna manera, con este homenaje, Cervantes regresa a la Nueva España”.