El analista y ex diplomático Bernardo Graue Toussaint habla en este artículo de opinión de lo que para él es la Navidad más feliz para Andrés Manuel López por poder pasar del dicho a la acción. “Nada puede hacer más feliz a un paranoico con poder que pasar del dicho a la acción demoledora concreta. Y así ha sido su embate: contra personas; contra instituciones; contra leyes; contra obras públicas; contra otros poderes y un largo etcétera. Toda su vida soñó con esto. El Presidente  de la República no puede creer tanta felicidad posible”.

Por Bernardo Graue Toussaint.

Nunca en mi vida me habían insultado tanto. No me imaginé hasta dónde llegaría la virulenta reacción de algunos seguidores del Presidente López ante la definición (que no es mía, sino de los especialistas en la materia) que expuse la semana pasada sobre la PARANOIA que atribuí al personaje de marras:

Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE/OMS apartado psiquiátrico) Paranoia: “Se caracteriza principalmente por la presencia de delirio o ideas delirantes (de delirio de perjuicio, de grandeza, de seducción, etc.) que se basan en una incorrecta valoración de la realidad exterior. El paciente se siente víctima de las acciones de una persona, de varias personas o de una institución; cree que actúan en su contra con ánimo de perjudicarlo, con entramado argumental comprensible – pero no real- con el que intenta justificar su delirio. El paciente está totalmente seguro de la certeza de sus creencias y no se le puede convencer de su error mediante el razonamiento lógico”. (Fin de la cita textual).

Me llama la atención que si bien la paranoia no es locura, pero sí es enfermedad, este padecimiento le cause tanto gozo a nuestro Presidente. Ésta es, sin lugar a dudas, la Navidad más dichosa de su vida. Me explico.

Lo normal sería que un candidato ganador en las elecciones cambiara su retórica de campaña, por un discurso de gobierno y de Estado. Repito, sería lo normal. AMLO no se lo permitiría jamás. Él sólo es feliz en su papel de contendiente eterno; de pugilista permanente; de contestatario a todos y a todo; de retador. Eso lo hace muy feliz. Sus conferencias de prensa diarias son la herramienta diaria para tan gozoso amanecer del mandatario.

AMLO disfruta de la polémica y de las respuestas opositoras de terceros respecto de sus decisiones. Esto le da oportunidad de mostrarse como la víctima de esa persona, grupo de personas o instituciones que desean perjudicarle. Le permite señalarlos, acusarlos, burlarse de ellos y subrayar que, a pesar de ellos, él manda, él decide, porque él encarna el futuro de México. Felicidad pura.

AMLO jamás se equivoca, según él. Su delirio de grandeza no se lo permite. Diario puede corregir, señalando el error en otros, pero reafirmando que sus decisiones y convicciones personales son inamovibles, férreas, inmensamente patriotas, como él. Dicha pura.

El dicho “Al diablo con las instituciones” de AMLO, fue sólo el presagio de lo que vendría y que hoy estamos comprobando. AMLO no engañó a nadie. Lo está haciendo en los hechos. Sin reparo alguno y sin contrapesos que se lo impidan. Nada puede hacer más feliz a un paranoico con poder que pasar del dicho a la acción demoledora concreta. Y así ha sido su embate: contra personas; contra instituciones; contra leyes; contra obras públicas; contra otros poderes y un largo etcétera. Toda su vida soñó con esto. El Presidente  de la República no puede creer tanta felicidad posible.

EL Presidente López no quiere una nación plural, sino una polarizada, como él, como su pensamiento. Su felicidad se centra en el apapacho a sus huestes incondicionales, a sus leales, a quienes permanentemente nutre de su personal encono contra quienes disienten de él. Algunos especialistas en comunicación política han realizado estudios que comprueban que la paranoia personal de algunos de los más grandes dictadores de la historia terminaron produciendo un contagio en sus ciudadanos, a la que denominan como PARANOIA SOCIAL. El Presidente López disfruta al ver que sus odios, sus fobias, sus enconos, son igualmente compartidos por importantes sectores de la sociedad. Ese efecto espejo le causa placer, dicha, felicidad. Por ello es que, constantemente, reitera, refuerza y renueva -siempre frente a su feligresía- su visión de los adversarios, de los enemigos del pueblo. Esa comunión en la paranoia con su pueblo lo hace inmensamente feliz.

AMLO no es un buen ganador. No sabe triunfar otorgando honor y respeto hacia el vencido. Él gana para pasar a la revancha. Para escupir al que perdió. Para patear al que ya está en la lona. Para presumir a sus seguidores que él es el madreador único del barrio. Para poder demostrar a sus huestes que cuando él prometió chingarse a los malosos de la patria hablaba con la verdad. Es por ello que vemos a un empresariado desorganizado y confundido que prefiere no pelearse con el gandalla en el poder, a fin de no ser víctima de su furia, de su madriza.  Es por ello que vemos a partidos de oposición sin brújula alguna frente a quien ostenta tal poder político. Todo esto le produce a AMLO un gozo absoluto. Una felicidad total.

Alguno piensan (ingenuamente) que AMLO “se irá mesurando” frente a la realidad; que se verá obligado a moderar sus deseos frente al poder de los mercados; que irá templando sus discurso por otro donde se privilegie el diálogo; que terminará por respetar a otros poderes y a los organismos autónomos. FALSO. Ni la mesura, ni la templanza; ni el diálogo ni el respeto han sido divisas de quién hoy es Presidente de la República. No lo han sido nunca y no lo serán ahora. Su felicidad se nutre de “convicciones personales irreductibles” que están por encima de valores democráticos y de factores o consecuencias económicas. Y desde esa personal “visión de la realidad” atenderá todos los temas y tomará todas sus decisiones.

AMLO no cederá su felicidad alcanzada después de tantos años de lucha. Hoy es inmensamente feliz y va por más.

graue.cap@gmail.com