Las olas de calor de este verano han dejado constancia de la gravedad del cambio climático. Además de incendios, muertes, alteraciones en el planeta por el derretimiento de los polos y de los glaciares, provocados por la actividad humana, el calentamiento del planeta provocará cada vez más problemas para el planeta y la salud del ser humano, interrelacionada con su entorno. Xavier Caño Tamayo, autor de este artículo, recuerda la importancia de aportar medidas que trasciendan acuerdos internacionales convertidos en papel mojado, efectivas.

¡Vaya verano! Intensa ola de calor, voraces incendios en California, Portugal, Grecia, sur y este de España… que han consumido cientos de miles de hectáreas de bosques y muertes por golpes de calor o abrasados en bosques ardientes. Tal panorama recuerda la breve e ingeniosa frase del guatemalteco Augusto Monterrosso: Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí. Aunque en nuestro caso el parafraseo adecuado sería: Cuando se despertó, el cambio climático seguía allí. Y seguirá, vista la escasa voluntad que hay de acabar con él.

La ola de calor de este verano amenaza con cerrar cuatro centrales nucleares en Francia; las aguas del río Ródano están tan calientes que no puede refrigerar los reactores atómicos. Según Michael Mann, experto en clima, la ola de calor y los incendios forestales son la terrible demostración de la realidad del cambio climático como temible amenaza.

Muertos de calor

Las olas de calor de este 2018 en varias zonas del planeta han causado más muertos que nunca. Lo peor es que esas olas serán cada vez frecuentes, más intensas y más prolongadas, según los expertos en clima. En Cataluña, con una población de siete millones, mueren al año más de 300 personas por calor excesivo. Pero hacia el año 2050, se estima que los fallecidos por calor podrían superar los 2.500 al año. Así se indica en el Tercer Informe de Cambio Climático de Cataluña impulsado por su gobierno autonómico. Según la ONG Solidaritat i Comunicació (SICOM), en Cataluña además aumentan los muertos por enfermedades respiratorias, los cánceres causados por la contaminación atmosférica, las enfermedades infecciosas y las causadas por virus tropicales (dengue, chikungunya, zika…). El cambio climático y la contaminación atmosférica con él relacionada son causa de un nuevo peligro para la salud: las enfermedades climáticas. Y no solo ocurre en Cataluña.

Todo ello tiene que ver con las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el uso de combustibles de origen fósil (carbón, petróleo y gas). Por ahora, las reuniones y cumbres internacionales para frenar el cambio climático son solo brindis al sol pues no han frenado nada. Las cumbres de Kioto en Japón hace 21 años y en París en diciembre de 2015 no han sido capaces de culminar en medidas para acabar con las letales emisiones de gases ni reducirlas. Tal vez porque reducir esas emisiones afecta al bolsillo de sectores económicos tan poderosos como la producción de energía fósil y la automoción, ambos responsables de la producción masiva de esos gases.

Más emisiones de gas invernadero que nunca

Casi tres años después de la firma del acuerdo de París, entre la irresponsable actitud de gran parte de Estados y la necedad de otros, no se han reducido las emisiones de gases de efecto invernadero. Al contrario, han aumentado. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, 2017 ha sido el año con mayor volumen de emisiones de dióxido de carbono ¡de los últimos 800.000 años!

El año 2017, además, fue el tercero más caluroso desde que se registran las temperaturas desde 1850. Y además ha sido el año con mayor reducción de hielo en el Ártico. En la Antártida también ha habido el mayor deshielo desde 1978, cuando empezó la vigilancia por satélite del fenómeno. En España, 2017 ha sido el año más caluroso desde que hay registro de temperaturas y el segundo más seco desde 1965, además de que el nivel del mar ha subido más de 7 centímetros de media desde 1993.

Pero lo peor es que, según un informe de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, ya no es suficiente conseguir reducir las emisiones de CO2 que se tomaron en el Acuerdo de París: si no se toman ya medidas efectivas, el aumento de temperatura global llegará a 4º o 5º centígrados más que la temperatura de la época preindustrial, con un aumento del nivel del mar de 10 a 60 metros más que hoy. Es fácil suponer qué sucederá entonces con islas, costas, ecosistemas y bioversidad.

Los investigadores del clima explican que la pérdida de hielo de Groenlandia alteraría la  Corriente del Golfo; esa alteración elevaría los niveles del mar y acumularía calor en el océano antártico, ese calor a su vez aceleraría la pérdida de hielo de la Antártida y vuelta a empezar. Un equipo de la Universidad de California ha demostrado que el cambio climático reduce todos los glaciares de la Antártida. De momento, el monte Kebnekaise de Suecia está a punto de dejar de ser la cumbre más alta de ese país nórdico al derretirse los glaciares de su cima por la ola de calor de este verano.

Hoy, la temperatura promedio del planeta es alrededor de 1º centígrado por encima de la temperatura  preindustrial, pero aumenta 0,17º centígrados cada década. El acuerdo climático de París acordó contener el calentamiento global para finales del siglo XXI en 1,5º centígrado más que la temperatura global preindustrial, pero no parece que vaya a lograrse.

El cambio climático perjudica seriamente la salud

El cambio climático es también un severo riesgo para la salud. Complica enfermedades que ya había y aumenta la mortalidad. Según la investigadora Cristina Linar, el cambio climático “ya es un riesgo para la salud en España”.

La alarma por el calor extremo empezó en Europa en el año 2003 con una ola de calor que causó decenas de miles de muertos. Concretando datos de España, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) consideró aquel fenómeno extremo el desastre natural más mortífero de ese país de 1970 a 2012. Se ha estudiado, por ejemplo, que cuando la temperatura en Barcelona no baja de 23º centígrados durante las horas de sueño de la noche, la mortalidad en la capital de Cataluña aumenta hasta un 9,2%, según un estudio del International Journal of Biometeorology. Por su parte, los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas demuestran que cada vez hay más picos de calor y más picos de frío, dos situaciones que deterioran la salud y aumentan la mortalidad. Según un informe de la Universidad de Bristol, contener el calentamiento de la Tierra a 1,5 grados centígrados más que la media preindustrial reduciría las muertes por calor extremo.

Cambio climático, mosquitos y enfermedades tropicales

Otra amenaza para la salud relacionada con el cambio climático es la transmisión de enfermedades por mosquitos y otros insectos. El cambio climático influye en la aparición y rebrote de enfermedades tropicales porque facilita la reproducción y expansión de insectos dañinos. En las últimas décadas en España han reaparecido o surgido enfermedades transmitidas por mosquitos y otros insectos como el chinkungunya, el dengue o el zika que transmite el mosquito tigre. En 2008 ese insecto solo estaba en tres provincias, pero diez años después se ha extendido al litoral mediterráneo, gran parte de Cataluña, Comunidad Valenciana, Región de Murcia, Baleares, Almería, Granada, Málaga y Guipúzcoa. La alteración del clima ha creado las condiciones de temperatura adecuadas para la reproducción del mosquito tigre.

La reducción de emisiones de dióxido de carbono acordada en París es insuficiente y un creciente calentamiento global hará inhabitables muchas zonas del planeta. La Tierra necesita con urgencia la transición a una economía verde porque el cambio climático empuja hacia una situación irreversible.

Cascadas de hielo derretidas, mares de aguas templadas, corrientes marinas cambiantes y bosques moribundos serían parte del escenario donde ya no fuera posible frenar, reducir y eliminar el cambio climático en la Tierra. El hielo derretido inundaría los deltas, aumentaría el riesgo de tormentas furiosas en las costas, se inundarían las zonas cercanas a los litorales, desaparecerían los arrecifes de coral y se destruiría gran parte de la biodiversidad. Y eso podría pasar ya en el año 2090, de aquí a poco más de siete décadas. Yo no estaré por pura normalidad biológica, pero eso no me consuela, porque una nieta que nacerá a final del próximo septiembre será entonces una anciana vulnerable de 72 años.

Si no es por conciencia ecológica, quizás deberíamos hacer algo de verdad para reducir los gases de efecto invernadero por solidaridad entre generaciones. Por nuestros hijos y nietos a quienes les tocará aguantar ese palo de vela si no lo remediamos antes.