Lo que debería ser una zona fantasma por la mayor catástrofe nuclear en la historia se ha convertido en un paraíso con una biodiversidad única, sin rastro de efectos negativos por la radiación. El éxito de la nueva serie de HBO, Chernobyl, ha reabierto el debate sobre la seguridad y los peligros de las centrales nucleares para una humanidad que se extinguiría ante la indiferencia del planeta. 

Por Javier J. González Sánchez

Después del éxito y final de Juego de Tronos, el nuevo bombazo televisivo de la cadena estadounidense HBO ha llegado con forma de hongo atómico. Chernobyl se aleja de las tierras de dragones y caballeros para contar una historia real, cercana al documental ficcionado, que sacudió el mundo en 1986 y que ha vuelto a avivar el debate sobre la seguridad de la energía nuclear.

“¿Qué crees que causará el fin del mundo?”, se ha convertido en pregunta recurrente en muchas conversaciones. La mayoría de las ocasiones, algunos de los miembros de estos equipos de debate amateur responderá: “un accidente nuclear”. Y, aunque se baraja como posibilidad entre los expertos, estas catástrofes suponen una amenaza potencial para la humanidad, pero no para el planeta.

El accidente de la central nuclear de Chernóbil en abril de 1986 es conocido como el más importante del siglo XX. El incendio liberó radiación 500 veces más potente que la bomba que cayó en Hiroshima. En el desastre murieron unas 31 personas pero las posibles víctimas como consecuencia son incalculables casi 40 años después. En pocos días la nube radioactiva alcanzó casi todos los países de Europa y en tan sólo un año las partículas alcanzaron a todos los países del planeta. Sólo en Bielorrusia y Ucrania aumentaron más de un 70% las enfermedades oncológicas en los siguientes años.

El accidente supuso el exilio de más de 10.000 personas de la llamada zona de exclusión. En este área los equipos de contingencia cazaron y mataron a todos los animales que habían absorbido la radioactividad del accidente, por lo que la zona quedó inhabitable para cualquier ser vivo. O eso pensábamos hasta hace unos años.

En la zona de exclusión , que abarca unos 30 kilómetros, cualquier humano se expone a una radiación potencialmente mortal. Varios estudios han documentado que la naturaleza no cuenta con el mismo problema que los humanos en Chernóbil. Lo que debería ser una zona fantasma se ha convertido en un paraíso con una biodiversidad única, sin rastro de efectos negativos por la radiación. La zona ha aumentado poco a poco la población de muchas especies animales como bisontes, osos, jabalíes o linces.

Cambio climático, arma suicida de la humanidad

No es el primer caso documentado. En la obra de John Hersey, Hiroshima, se cuenta a modo de crónica las historias de varios personajes supervivientes del ataque atómico. En la obra, ganadora del Pulitzer, se documenta como las zonas verdes de la ciudad comenzaron a crecer a un ritmo anormal en lugar de marchitarse.

Silencio e incompetencia en el Chernóbil español

“Cada átomo de uranio es como una bala que lo atraviesa todo y Chernóbil alberga más de 3.000 millones de esas balas”, dice uno de los protagonistas de la serie tras la catástrofe como respuesta a la pasividad de los demás políticos de la URSS. Otro de los hilos de la trama de Chernobyl es la reacción política y los intentos del gobierno soviético por ocultar el accidente y la crisis que generó.

Los principales puntos a favor de la energía nuclear son la falta de emisiones de CO2, la generación de energía que evita la dependencia de combustibles extranjeros y la seguridad que se manifiesta en el escaso número de accidentes. Pero, ¿de verdad son tan escasos?.

La mayoría de los incidentes nucleares no reciben cobertura mediática, a no ser que llegan a una gran escala; como el accidente de Fukushima en 2016. E incluso entonces, como refleja la serie de HBO, la información siempre se comparte en pequeñas dosis.

España lleva muchos años en un puesto importante entre los países con riesgo nuclear. Ha llegado a tener ocho reactores activos que en los próximos años acabarán su vida útil y que ya han comenzado a desmantelarse. México sólo cuenta con dos centrales en Veracruz, que suponen el 3% de su producción de energía.

El Consejo de Seguridad Nuclear ha catalogado seis puntos de contaminación radioactiva en España y el año pasado documentó dos pequeños incidentes que apenas se mostraron en medios.

En 1970, Madrid se adelantó a Chernóbil en la ocultación de desastres nucleares. El accidente salió a la luz hace unos años, gracias a la desclasificación de documentos que el gobierno de Franco intentó ocultar. En el incidente se vertieron al río Manzanares 80 litros de agua contaminada con isótopos nucleares de rotenio y cesio. La radiación llegó incluso a Portugal. La solución de la dictadura fue comprar una gran cantidad de la cosecha contaminada y enterrarla en la Ciudad Universitaria de Madrid.

La Tierra puede sobrevivirnos

La Unión Europea planea cerrar todas sus plantas nucleares antes del año 2050. Un reciente estudio de The Breakthrough National Center for Climate Restoration establece este año como el final de la humanidad. El efecto conocido como “Tierra Invernadero”, causará temperaturas extremas que podrían ser inevitables después de la degradación a la que el ser humano ha sometido al planeta.

No es la primera vez que el ser humano ha estado a punto de extinguirse, pero será la primera vez que la amenaza venga de nuestra propia mano. Hace unos 70.000 la humanidad estuvo cerca de desaparecer a consecuencia de un invierno volcánico causado por la erupción de un volcán cuyas cenizas bloquearon la entrada de luz. Como consecuencia la especie humana se redujo a unas 1.000 parejas reproductoras.

La falta de preocupación por cuidar el planeta no es muestra del egoísmo de la humanidad, sino un reflejo de su estupidez. Si el ser humano pensara de verdad en su propio interés por encima del de cualquier otro ser vivo, tendría claro que el planeta puede sobrevivir a cualquier cosa en los próximos siglos. La Tierra puede llegar a reponerse, pero la resistencia del ser humano es finita.

Los residuos nucleares tardan uno 300.000 años en descomponerse, los 8.000 millones de toneladas anuales que vertimos al océano pueden tardar hasta 1.000 años, ¿qué supone la espera para un planeta de 4.500 millones de años y que está siendo arrasado por una especie de sólo 10.000 años de edad?.