“El Presidente electo López continúa con su discurso profuso, difuso y confuso. Malo, no sólo para él, sino para México. La incertidumbre siempre tiene consecuencias negativas”. En esta nueva columna de opinión, el ex diplomático y analista Bernardo Graue señala la falta de certeza para los mexicanos respecto a temas fundamentales a pocos días de la toma de poder de Andrés Manuel López Obrador, el 1 de diciembre.

 

Por Bernardo Graue Toussaint

Faltan poco más de 7 semanas para que el Presidente electo López asuma el cargo.

Desde la elección, AMLO ha gastado valiosísimo tiempo en una vorágine discursiva que, lejos de disipar dudas sobre el futuro, mina su imagen y la certidumbre mínima deseable para el arranque de la próxima administración.

AMLO sigue hablando a su feligresía, olvidando que gobernará para todos los mexicanos, incluidos los que no votaron por él.

La voz del Presidente electo afirma y se contradice a sí misma; cambia de opinión constantemente y sigue en un proceso continuo de nuevas promesas. Arenga como si estuviera en campaña. Se enfada con la prensa que le crítica, se mofa de ella y le pone motes despectivos, en clara muestra de su falaz tolerancia. En vez de construir una buena relación, opta por subrayar a los que considera sus futuros enemigos.

Igualmente, durante este tiempo poselectoral, ha sido lamentable el papel que han desempeñado la inmensa mayoría de los futuros miembros del próximo gabinete presidencial. Su equipo de trabajo produce igual número de afirmaciones, contradicciones y correcciones en todos los temas. Todo ello ha llevado a una incertidumbre sobre la solidez de las propuestas del Presidente electo López; sobre la preparación y las capacidades de sus colaboradores cercanos; sobre las consecuencias económicas de sus planes (si los tiene) y sobre la viabilidad de gobernar sin sobresaltos.

En materia de seguridad pública (el tema más importante para la mayoría de los mexicanos) la única seguridad que han podido demostrar es que no están seguros de qué van a hacer para enfrentar con eficiencia al crimen organizado. El fracaso de sus “foros” es muestra latente de ello. Nadie en México tiene claro cuáles son las premisas de la acción del futuro gobierno en esta delicada materia. Lo que resulta imperdonable es que el tema de la inseguridad fue eje principal de la campaña, durante la cual aseguró que tenía la fórmula para erradicar el flagelo de la violencia. Ahora resulta que no han podido concretar un plan sólido y nos dicen además, en voz del futuro Secretario de Seguridad Pública Alfonso Durazo, que no se cuenta con los recursos presupuestales necesarios para este inmenso reto y que es imposible aumentar esos recursos ante los desafíos en materia de pobreza y desigualdad. Vamos, que habrá que esperar seis años más de creciente violencia. Eso sí, de cancelar el absurdo Tren Maya, ni hablar. Ese es un caprichito presidencial y se cumplirá.

No creo que las fuerzas armadas mexicanas se sientan cómodas con el zangoloteo discursivo del Presidente electo López respecto del Ejército y la Marina. El anuncio de la desaparición el Estado Mayor Presidencial o la propuesta de desaparecer las fuerzas armadas (y fusionarlas junto con la Policía Federal) para constituir una Guardia Nacional que enfrente al crimen organizado “sin hacer uso de la fuerza”, son sólo dos muestras de una relación incomoda con los militares que ha producido la verborrea del Presidente electo López.

En campaña, AMLO prometió la derogación de la Reforma Educativa. De concretarla, ¿alguien sabe con qué la sustituirá el Presidente electo? ¿Lo hará en alianza con Elba Esther Gordillo? Nadie lo sabe, sólo él.

Y el tema del aeropuerto de la Ciudad de México es la muestra más clara de la falta de claridad del próximo gobierno. Se han gastado cientos de horas de discusión, cientos de planas en diarios y debates de todo tipo en torno al tema. La famosa consulta popular, a unas semanas de su celebración, es un misterio. Ahora incluyen al aeropuerto de Toluca como parte de la solución al problema aeroportuario de la capital. Vamos, el aeropuerto de Sonora también podría serlo, bajo la lógica del Presidente electo López. Todo un absurdo, demagogia plena y total falta de claridad respecto de la más importante obra pública nacional.

AMLO se expone todos los días al escrutinio de la opinión pública en una gira “de agradecimiento” que se ha convertido en una prolongación de su campaña electoral. El problema radica en sigue sumando “ocurrencias” y “propuestas” que son imposibles de sustentar presupuestalmente sin elevar nuestros niveles de deuda.

Nos encaminamos al 1 de diciembre. Cada día más cerca de esa fecha y los mexicanos no tenemos en claro nada respecto de los temas fundamentales del próximo gobierno.

Sabemos sus intenciones pero desconocemos cómo lo hará y con qué recursos. Él sigue sumando ofrecimientos como si los recursos económicos fueran inacabables. A pocas semanas de asumir el cargo, el Presidente electo López continúa con su discurso profuso, difuso y confuso. Malo, no sólo para él, sino para México. La incertidumbre siempre tiene consecuencias negativas. Siempre.

 

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