“Más de dos millones de personas votaron por el sí a la independencia. Si bien es cierto que participó el 43% del censo en una consulta con numerosas irregularidades, quedó claro que la desafección estaba ahí”, dice la periodista mexicana Laura Martínez Alarcón, que señala algunos de los motivos para esa desafección en Cataluña.
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Durante los dos últimos años he visto a muchísimos catalanes volverse independentistas. ¿Por qué? ¿Desde cuándo?
Uno de mis propósitos al llegar a Barcelona fue estudiar la lengua catalana, tan denostada en otros tiempos, para sentirme más integrada. Mis compañeros de curso, algunos de mediana edad y otros mayores, la mayoría nacidos catalanes y que estaban apenas aprendiendo a escribir su propio idioma, me fueron dando sus razones: “desde lo de la sentencia del Constitucional sobre el Estatut, empecé a manifestarme en la calle”, “si nunca nos han querido adentro, ¿para qué seguir en España?”, “mis hijos crecieron desconectados del Estado español, pertenecen a la generación del 15M”, “queremos un nuevo país, volver a ilusionarnos”.
Si algún motor político ha tenido el proceso soberanista catalán, ese ha sido la movilización ciudadana en las calles. Las manifestaciones y concentraciones de los últimos años han sido masivas, pacíficas, creativas y se han articulado en torno a nuevos actores políticos con capacidad para presionar a los partidos en la línea independentista. Sin embargo, no menos importantes han sido las marchas organizadas por la otra mitad, la que no está de acuerdo con el procésy la manera como se han dado los acontecimientos, personas que tienen sembrada su vida en Cataluña y que tienen todo el derecho de expresarse. Por desgracia, los puntos de vista opuestos, en algunos casos, se han ido radicalizando. Yo, que vengo de un país donde el enfrentamiento político estéril ha desintegrado familias y amistades, observo tristemente este panorama.
El famoso procés, o el monotema del día
Tras los resultados de la consulta del 9N y a partir de la famosa hoja de ruta que presentó Artur Mas para llegar a la independencia en año y medio, Cataluña vivió un auténtico torbellino político-electoral durante 2015 y 2016. Nuevas y atípicas elecciones celebradas el 27 de septiembre de 2015 auparon, por primera vez, a un bloque claramente independentista al poder; el inicio de la XI legislatura del Parlamento de Cataluña, con Carme Forcadellde Junts pel Sícomo presidenta del Parlamento, parecía confirmarlo. Después de un enfrentamiento electoral sin precedentes y la posibilidad de celebrar nuevas elecciones autonómicas, ¡por fin!, el 9 de enero de 2016 Artur Masdio el famoso “pas al costat”para permitir un acuerdo de investidura entre Junts pel Sí y la CUP. Se eligió al entonces alcalde de Gerona, Carles Puigdemont, como presidente de la Generalitat. Mientras, la desconexión con España seguía adelante y nadie en Madrid quería o parecía darse cuenta.
Sin querer ahondar demasiado en los acontecimientos que ocurrían a diario dentro y fuera del Parlament, solo les diré que fueron noticias de primera plana la aprobación de leyes al uso con mayorías apretadísimas, promesas de una república idílica, convocatorias de referéndum, querellas contra Puigdemont y su ejecutivo y la intervención de las cuentas de Cataluña por parte del Gobierno central.
El malestar de miles de catalanes y las ganas de participar en el prometido referéndum iban en aumento. El baile de las urnas, escondidas en los lugares más inverosímiles, la detención por orden judicial de catorce altos cargos del Govern y la tensión latente que se respiraba en cada rincón de Cataluña, sirvieron de marco para la celebración el 1 de octubre del referéndum independentista. ¿Cómo actuar cuando más de dos millones doscientas mil personas quieren votar?
Las cargas policiales excesivas dieron como resultado 844 personas heridas, según la Generalitat. Más de dos millones de personas votaron por el sí a la independencia. Si bien es cierto que participó el 43% del censo en una consulta con numerosas irregularidades, quedó claro que la desafección estaba ahí. La presencia de la Guardia Civil y la activación del artículo 155 de la Constitución española por parte del Gobierno seguirá siendo una espina clavada en el corazón de cualquier catalán.
A un año de aquel día de luces y sombras, han ocurrido muchos acontecimientos. La declaración de la república catalana y su inmediata posposición, la salida de Puigdemont y algunos de los suyos a Bélgica, la prisión incondicional de líderes como Oriol Junqueras y los Jordis, entre otros, han empañado el panorama. Ni siquiera la celebración de nuevas elecciones, en las que se registró un récord histórico de participación del 79,04% y que ganó Ciudadanos, han evitado que siga al frente del poder una mayoría parlamentaria del bloque independentista. A un año de aquel 1 de octubre, ¿dónde estamos?
Desgraciadamente, creo que estamos en un punto de no retorno. Como bien dice el gran periodista Iñaki Gabilondo, lo que ocurre en Cataluña es un “asunto que sólo se puede resolver con una política mayúscula”. Estamos ante la urgencia de una “política de altura”. ¿Alguien ve políticos de gran calado capaces de resolver esto? Por el momento, este buen deseo es solo eso.
Imágenes de Flickr y fotos de Girona de Carlos Miguélez Monroy
He estado leyendo y comentando los tres artículos.
Me parece que la visión de la autora se escora más hacia posiciones independentistas que están fuera de la realidad, además de fuera de la legalidad.
¿ “(…) la desconexión con España seguía adelante y nadie en Madrid quería o parecía darse cuenta”?
No hay desconexión posible dentro de la legalidad.
Las cifras de la generalitat no se han podido comprobar:
¿844 personas heridas? En los hospitales no hay registros de estos heridos.
¿Participó el 43% del censo? Antes que nada, la gestión del censo fue ilegal, puesto que la generalitat no tenía derecho a utilizarla para un acto político (que no un proceso electoral) y, junto con las irregularidades tan graves como no contar con observadores independientes (los que fueron invitados rechazaron su participación, a pesar de que iban a recibir mucho dinero), urnas embarazadas (fenómeno que conocemos bastante bien en México) y otras tantas pésimas gestiones que resultaron auténticas chapuzas, deslegitiman el supuesto porcentaje de participación.
No olvidemos que la violencia, que sí la hubo y la está habiendo por parte del independentismo, pasa por el ataque a cualquiera no digamos que se proclame español, sino de aquél que quiera mostrarse neutral.
En efecto, hace falta política de altos vuelos, pero no hay que olvidar y dejar constancia ante los ojos de todos los españoles que el quebranto a la ley no está justificado por ninguna exigencia política, y la confabulación para organizar el acto político independentista del 1-O, el uso de los recursos públicos y la huida a la justicia son indicaciones de que saben que lo que hicieron estaba fuera de la ley.