Con la llegada del frío, inician las campañas de vacunación contra la gripe. Una enfermedad a la que en ocasiones no se le da importancia, pero que tan solo el pasado año fue la causa de unos mil fallecimientos en España. ¿Cuáles son los principales grupos de riesgo que deben vacunarse? ¿Por qué no hay una vacuna universal? 

Por Carmen González Rincón

Hace cien años, en 1918, se produjo una pandemia que ocasionó la muerte de entre 20 y 40 millones de personas, según algunas fuentes. Otras, sitúan la cifra de muertos cerca de los 100 millones, cerca del 6% de la población mundial en aquel momento. La causa fue la conocida como “gripe española de 1918”.

En estas fechas, con la llegada del frío, el otoño y los días cortos, también inicia la temporada de gripe. Asociado a esto encontramos las campañas de vacunación que desde el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social se llevan a cabo con la intención de vacunar especialmente a los grupos de riesgo. En muchas ocasiones, a esta enfermedad no se le da la importancia que posee, a pesar de que durante la temporada pasada (2017-2018), se produjeron en España unos mil fallecimientos a consecuencia de la gripe.

Desde los gobiernos se aconseja la vacunación, en el cuarto trimestre del año, de los principales grupos de riesgo: personas de más de 65 años de edad; menores y adultos con enfermedades crónicas cardiovasculares, neurológicas o respiratorias; embarazadas en cualquier momento de la gestación; y personas que por su trabajo constituyan un grupo de riesgo ( personal sanitario, de administración en centros de salud o geriátricos).

La gripe es una enfermedad infecciosa causada por el virus de la influenza, del que encontramos dos tipos: A y B. Este virus, con una gran capacidad de disparar la respuesta inmunológica, afecta principalmente a las vías respiratorias, aunque no es raro que se puedan ver afectados otros órganos como el corazón, el cerebro o el tejido muscular. Su distribución temporal se relaciona con patrones estacionales, viéndose una mayor incidencia en los meses fríos.

Una de las características del virus que más dolor de cabeza ocasiona a la comunidad científica, es su alta capacidad mutagénica. Cuando el virus infecta a un individuo, su sistema inmune dispara la respuesta inmune, generando anticuerpos para combatirlo. Una persona sana, pasará la enfermedad y quedará inmunizado. Sin embargo, con la gripe no ocurre exactamente así.

El virus, con una gran habilidad para mutar, tras replicarse en las células infectadas no genera copias exactas a él, sino que provoca una descendencia con pequeños cambios.

Este hecho es el principal motivo por el cual no existe una vacuna universal para la gripe, y por ello cada año los laboratorios farmacéuticos deben conocer los cambios que se han generado en la población vírica para la nueva vacuna y así revacunar a esos grupos de riesgo. Conocer esto es bastante complejo, y por ello la vacuna frente a la gripe tiene una alta variabilidad en cuanto a su eficacia. La producción de una nueva vacuna puede durar de seis meses a un año, y ante esto la Organización Mundial de la Salud (OMS) comienza su campaña en febrero en el hemisferio norte y en septiembre en el hemisferio sur.

En la actualidad, la vacuna antigripal es una vacuna trivalente que contiene tres cepas con el fin de ampliar la diana inmunológica.

El estudio del virus, de su composición y estructura va a permitir conocer qué regiones son menos variables ante esos cambios y constituyen por ello las mejores dianas para la síntesis de vacunas. Ante la dificultad del estudio y producción de las vacunas, gran parte de los esfuerzos se dirigen en el desarrollo de antivirales más eficaces y menos tóxicos que los actualmente comercializados.