Italia pudo servir de ejemplo para saber qué decisiones tomar frente a una crisis sanitaria mundial, pero España parece haber restado importancia a los peligros de un coronavirus en rápida expansión.

Por Andrea Romero Santos *.

El coronavirus en España comenzó como algo anecdótico, como una epidemia más de lejanas tierras asiáticas que difícilmente llegaría a nuestro territorio. Cuando se confirmó el primer caso, se decía que se trataba de una simple gripe. Lo mismo con el segundo, y lo mismo con el número 100. Desde las redes sociales se hablaba de unos medios de comunicación que lo único que hacían era difundir el pánico entre la población en busca de la visita fácil.

Cuando el virus llegó a Italia, la situación cobró una dimensión distinta. Sin embargo, aún cuando cerraron fronteras, aislaron ciudades y cerraron universidades, lo seguíamos viendo como algo exagerado. El Gobierno se confió y también los ciudadanos. Tuvieron que llegar a los miles de contagios para que se empezaran a tomar medidas más allá del “Lávate las manos al llegar a casa”. Wuhan se había cerrado con apenas 500 contagios en la ciudad. Cuando Madrid se cerró, se contaban los casos en miles.

Ningún partido político ha mostrado altura para hacer frente a una crisis nacional provocada por una pandemia mundial. Partidos de todas las señas han mostrado irresponsabilidad al exponerse en mítines y hacer propaganda populachera. Si las fronteras se cierran pronto como ha pasado en otros países como República Checa con menos de 500 contagios, muchos lo considerarán alarmista y precipitado. Por lo contrario, a Pedro Sánchez lo han llamado “genocida” por esperar tanto, sobre todo cuando tenemos tan cerca la experiencia de Italia.

Como punto a favor, el gobierno tiene su defensa de una Sanidad Pública fuerte. Por lo contrario, gobiernos de ciudades como Madrid demuestran una vocación privatizadora que se traduce en un mayor número de hospitales privados que de hospitales públicos. Por eso se interpreta como ‘justicia poética’ el positivo por coronavirus de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que ha defendido siempre la privatización de los servicios de salud. Durante esta crisis, los hospitales privados han redirigido los contagiados por coronavirus hacia los públicos por no tratar ese tipo de casos en sus infraestructuras, aunque en días recientes el gobierno intervino las infraestructuras de la sanidad privada para atender a enfermos.

Por otro lado, la sociedad civil ha reaccionado de maneras diversas al estado de alarma y a la cuarentena. Con el hashtag #Quedateencasa miles de personas llaman a permanecer aislados ante esta crisis para poder minimizar los contagios, aunque no todos hacen caso de las recomendaciones y las medidas tomadas por el gobierno. Tras cerrar universidades y pedir el teletrabajo en Madrid, los ciudadanos se movilizaron en masa sobre todo hacia zonas de costa para descansar mejor en sus segundas residencias. En el Día del Padre, personas que vivían en Bilbao fueron detenidas en la carretera por la policía tras intentar llegar a sus hogares en Cantabria. No todos se están tomando el aislamiento con la seriedad que se merece, aunque hay claras excepciones. El sector de la población que parece más implicado con la urgencia de aislarse es el más joven, volcada en redes sociales con campañas e iniciativas diversas. La cuarentena se puede hacer más amena, además, seguir las medidas que el Estado implante conseguirá parar los contagios de una forma más rápida y evitar que se extienda la cuarentena más allá de los 15 días previstos en un principio.

* La autora es participante de Crónicas de México en España, el taller de periodismo de Espacio Méx