Día 1: Atardecer en Playa Zicatela

Caminamos hacia el sur desde el extremo norte de Zicatela, la playa de Puerto Escondido que se ha convertido en destino para surfistas de todo el mundo y que celebra algunos torneos internacionales por su impresionante oleaje. Para los demás, ofrece estampas para la contemplación de olas y atardeceres, para pasear por una playa de fina arena o incluso para correr.

De regreso, antes de subir al mirador en la punta norte de la playa, el corazón siente un vuelco al reconocer el silbido que produce el carrito metálico del camotero, que ofrece aquella raíz parecida a la batata, cocida y endulzada con miel. Su sonido de pronto ocupa los resquicios de la nostalgia, sobre todo de quienes hemos dejado de oír estas músicas en las nuevas ciudades donde habitamos.

Día 2: Azul infinito en Playa Carrizalillo

Playa Carrizalillo ofrece un espectáculo de tonalidades azules, de agua cálida de tímido oleaje que pocas veces se embravece, de arena fina, de gente alegre y de niños jugando que diluyen la noción del tiempo. Esta pequeña playa de arena fina cuenta con palapas donde se puede sentar el visitante a observar un panorama lleno de gente variopinta y a disfrutar de una buena comida de pescados y mariscos.

Superado el escollo de conseguir lugar para sentarse sólo queda disfrutar de Playa Carrizalillo, un espectáculo de tonalidades azules, de agua cálida de tímido oleaje que pocas veces se embravece, de arena fina, de gente alegre y de niños jugando. Para evitar calambres, parones digestivos y accidentes en las rocas a ambos extremos de la playa conviene tomar precauciones, hidratarse y no combinar exceso de comida y alcohol con largas incursiones a un agua que suele estar tranquila. Al mar, como a la montaña, se le respeta.

Llegas a Carrizalillo después de 140 escaleras en descenso desde la parte superior del acantilado que guarece esta playa de aguas con un azul que van desde el turquesa hasta el marino profundo.

Al pisar la arena ya te están ofreciendo una clase de surf de una hora para tu hija o para ti por 500 pesos (unos 25 euros). Puede parecer razonable para quienes ganan en euros o en dólares, pero hay que tener en cuenta el poder adquisitivo y los precios en México para evitar abusos. Si los menores no saben nadar conviene llevar flotadores o chaleco salvavidas, y así te evitas pagar por uno a 100 pesos por hora. 

Ocurre lo mismo con la comida y, sobre todo, las bebidas que te ofrecen en las palapas, como se llama a los techitos de hoja de palma bajo los que uno se puede sentar. Te ofrecen una con tres sillas por un consumo mínimo de 300 pesos (15 euros), que compensa a un visitante que tenga contemplado quedarse más de dos horas salvo que traiga sus propias bebidas y comida, algo que se antoja poco probable por el difícil acceso a esta playa desde cualquier punto de Puerto Escondido. Un grupo de cuatro personas puede comer ahí por 850 pesos (unos 42 euros), silla adicional incluida, una variedad de platos, sobre todo mariscos y pescados de calidad aceptable. ¡Buen provecho! 

Día 3: Parque Nacional de las Lagunas de Chacahua

Visitar el Parque Nacional de las Lagunas de Chacahua permite admirar la belleza de sus paisajes compuestos por lagunas, mares, playas y la sierra de Oaxaca de fondo, avistar especies de aves y animales, contemplar atardeceres de ensueño desde su faro y observar el fenómeno de la bioluminiscencia por la noche.

Chacahua se convirtió en Parque Nacional en 1937 de la mano del gobierno de Lázaro Cárdenas, según nos comentaban nuestros guías de hoy. A partir de entonces quedó prohibido cortar los árboles de mangle que dan hogar a miles de aves migratorias, a las que no se pudo dar caza a partir de entonces.

Para visitar este parque hay que dirigirse por carretera, desde Puerto Escondido, a El Zapotalito, un pueblo que se encuentra en las orillas de la laguna que lleva el mismo nombre y que está conectada con la laguna de Chacahua, que desemboca en el Océano Pacífico. Una vez en el pueblo se alquila alguna de las embarcaciones que te pasean por las lagunas hasta la desembocadura del mar. Hay tours que te ofrecen el transporte desde Puerto Escondido y luego en lancha por las lagunas. Los precios rondan los 700 pesos por persona, que incluye salvavidas y seguro. La comida en Chacahua se paga aparte.

En los brazos que interconectan las lagunas se observan cormoranes, garzas verdes, garzas tigre, martines pescadores y otras aves, además de cocodrilos entre las raíces elevadas de los mangles, la especie de árboles resistentes al agua salada que dan nombre a los manglares. El guía nos preguntó si queríamos visitar el cocodrilario pero después nos dijo que se encuentran en mal estado y enfermos. La posibilidad de verlos para conocer y contar la situación se convirtió en una oportunidad perdida.

El viaje por las aguas de la laguna hasta la desembocadura, donde se encuentra el pueblo de Chacahua, tarda entre una hora y una hora y media, dependiendo de las veces que pare el guía para observar aves, animales y la vida en los mangles entrelazados en kilómetros de bosque.

Desde el pueblo se puede contemplar un espectáculo de mar con una bahía en forma de semi-círculo con aguas de un azul intenso y con las montañas de la sierra de Oaxaca de fondo. El visitante también puede pasear por esa bahía de arena fina, meterse en el mar con cuidado, o meterse en la desembocadura donde se encuentran el mar y la laguna y que tiene unas aguas más calmadas.

Puede parecer una eternidad cuando el guía dice que tendrás desde las 15:00 hasta las 19:15 para disfrutar de Chacahua, pero comer y hacer sobremesa ante semejante paisaje precipita el tiempo como arena entre los dedos. Cuando te das cuenta tienes un par de horas para meterte en el agua, para tomar fotos o para pasear. De pronto llega el momento para dirigirse en lancha a la otra orilla de la desembocadura para buscar el sendero escarpado para llegar hasta el faro, desde donde se divisa una espectacular vista de la costa del Pacífico en consonancia con las lagunas y con las montañas de la sierra. Subes las escaleras del faro para ver desde lo más alto la puesta del sol, o el techito alterno de una construcción contigua desde donde la gente se sienta para contemplar y tomar fotos.

Terminada la embriaguez de este espectáculo llega la hora de volver cerro abajo para subirse en la embarcación ante la inminente oscuridad, aunque queda aún algo de luz. Comienza el regreso por la gran laguna entre el zumbido del motor y el cansancio de las horas de sol y de movimiento.

De pronto, la única luz está en la linterna del guía, en la bóveda celeste, con un espectáculo de estrellas como pocas veces se puede ver y en el fenómeno conocido como bioluminiscencia, producido por el plancton y el fósforo de las aguas combinados con el movimiento de las manos o de los cuerpos que se animan a saltar al agua a esas horas y en plena oscuridad. Uno no sabe si mirar hacia las estrellas o hacia sus propios brazos y piernas que, al moverse, parecen alas celestiales. Dan las 22:00 cuando llegas de regreso a El Zapotalito, donde nuestros anfitriones nos ofrecen un café endulzado con piloncillo y canela y pan dulce, un gesto que no se puede rechazar antes del viaje de regreso a Puerto Escondido, en la oscuridad. Despiertas al llegar al hotel y te preguntas si todo aquello fue sólo un sueño.

Día 4: Playa Manzanillo y Puerto Angelito

PUERTO ESCONDIDO (Oaxaca), México.- El oleaje de muchas de las playas cercanas a Puerto Escondido no está exento de cierto peligro para nadadores no expertos, sobre todo para los niños. Manzanillo y Puerto Angelito, dos pequeñas calas de playa de fina arena a pocos minutos de la bahía principal de Puerto Escondido, se presentan como el plan ideal para pasar un día en familia.

Se acerca el final de un viaje aprovechado al máximo a falta de un plan más enfocado a niños pequeños, algo que ofrecen Puerto Angelito y Playa Manzanillo, a cinco o diez minutos en taxi desde la bahía principal.

Separadas por algunas rocas pero interconectadas por la arena o por un pasadizo, estas dos playas forman parte de una misma cala aislada del fuerte oleaje del mar abierto en esta zona del Pacífico. Playa Angelito, del lado derecho mirando hacia las aguas de color turquesa, tiene varios techitos y palapas con mesas para comer y para guarecerse del sol. Manzanillo, al fondo del lado izquierdo, ofrece palapas con camastros, ideales para contemplar un mar tranquilo y disfrutar de las bebidas que cubran el consumo mínimo por persona.

Optamos por Manzanillo, libre de barcos de pescadores que en Puerto Angelito reducen el espacio para los nadadores y bloquean más la vista hacia el horizonte. Mientras los niños flotan en el agua sus donas infladas y sus flotadores o juegan con el tímido oleaje que se levanta de vez en cuando, decidimos cavar en la arena con nuestras manos, pues no traemos las típicas cubetas de plástico, rastrillo y palas típicas para estas ocasiones. El calor de la tarde obliga a meterse en las aguas tranquilas con frecuencia para volver a la ardua tarea de hacer en la arena una piscina que se llene con el oleaje y que, al mismo tiempo, resista.

Se disuelven los minutos y, cuando uno mira hacia arriba la posición del sol casi ya detrás de las palapas y el acantilado, se da cuenta del paso de las horas. Se acerca la hora de partir, enemiga de infancias ávidas de actividad y apegadas al momento construido con las manos. Lágrimas y pucheros por la construcción de arena que estamos a punto de dejar atrás, conscientes los dos del implacable mar, por muy tranquilo que parezca. Entonces vuelven las enseñanzas de la película Coco sobre la inmortalidad de personas y momentos siempre que los revivamos en nuestros recuerdos. Tomo una foto de la construcción por si acaso y, ya más tranquilos, nos despedimos del castillo y, sobre todo, de un momento feliz que hemos compartido juntos.


Fotos: Carlos Miguélez Monroy