Hace 23 años, María salió de Madrid para reconectar con la naturaleza en Navalafuente, donde levantó El Guadarnés. Esta casa rural se mantiene con un modelo de turismo sostenible que permite a los visitantes aprender a conocer y conservar la biodiversidad local, en este caso marcada por la belleza y la paz de la sierra madrileña.

Por David Somellera.

MADRID, España.- La Casa el Guadarnés se encuentra en Navalafuente, un municipio de la Sierra Norte de Madrid. En tan solo una hora de camino, después de pasar Colmenar Viejo y Guadalix de la Sierra, se asoma un llano que mantiene una naturaleza intacta, donde no se ha urbanizado como en otros pueblos y municipios de la sierra. Para acceder se llega por un camino de terracería que lleva a la entrada de la casa que se dibuja entre formaciones botánicas endémicas como enebros, rebollos, quejigos, jaras y tomillos entre muchas otras especies.

Esta “nava” o llanura entre montañas fue desde el principio lugar de pastores que cuidaban a sus rebaños y se alimentaban de las abundantes  y ricas hierbas de estas montañas. Navalafuente se independizó de Bustarviejo para después formar parte de la provincia de Madrid. Su población se dedicó  al cultivo del campo y crianza de animales. A mitad del siglo XX, gran parte de la población emigró a Madrid, lo que ocasionó el abandono de las actividades agrícolas y ganaderas. Se dice que esta zona de la sierra es la más olvidada porque se ha ido extinguiendo la ganadería.

“Navalafuente se encuentra en la Sierra pobre. Se le llama así porque es más baja que la sierra de Navacerrada y porque el tren llega hasta Colmenar Viejo, lo que dejó a esta zona más empobrecida. Antes se trabajaba en el cuidado de vacas y ovejas para su venta pero, desde hace unos años, la gente se dedica al turismo rural. Por no tener tren hay puro campo y mucho menos urbanizaciones. Que es lo que en el fondo anda buscando la gente de Madrid”, explica la dueña de la Casa Rural el Guadarnés.

El inicio de un sueño en la campiña serrana

María, “gata” pura como ella dice, creció en el barrio madrileño de Chamberí. Siempre quiso vivir en el campo y del campo, un sueño que muchos han tenido pero pocos lo han cristalizado.

Cuando compró el prado no había agua o luz, cosas en las que tuvo que invertir tiempo y dinero para hacerlo habitable. María explica parte del carácter cerrado de la gente con la falta de contacto con gente de fuera provocado por la falta de comunicaciones. El tren no llega ahí.

La llamaban la tomatera, como se refieren los del campo a los madrileños que deciden cambiarse de la ciudad a la campiña con la idea de plantar tomates para sobrevivir.

Esta madrileña considera que construir en rústico siempre es muy difícil, y más en Madrid. El primer negocio que hizo aquí fue el de montar una “yeguada” de caballos españoles. Su trabajo era criar y vender además de tener unos animales para el pupilaje. Pero la comida de los animales,  la atención que requerían además de la ayuda que necesitaba para su mantenimiento le hizo pensar que el negocio era ímprobo y que le daba más problemas que soluciones y poco dinero.

La Casa el Guadarnés: un espacio para explorar el turismo rural

Hace 11 años, María decidió darle otro uso a la finca con la instalación de un chalet, de una piscina y 8 habitaciones para rentar el espacio como casa rural para visitantes que quieran vivir un retiro de fin de semana en medio de la naturaleza. La casa rural toma el nombre de la persona que realiza la actividad de cuidar los caballos y colocar sus arneses. Los invitados se desenvuelven en lo que años atrás fue un establo. También hay un huerto y un gallinero de donde se obtienen alimentos frescos.

Casa rural - El Guadarnés

Los visitantes se pueden dar a la tarea de hacer sus propios recorridos para conocer el municipio o ir a otras comarcas como Bustarviejo o Valdemanco. También se pueden realizar paseos  en bicicleta o a pie por las vías pecuarias de uso rural como el Cordel de Huelga y el Cordel del Jaral así como otras rutas municipales como la Ruta del Cancho y la Ruta de Callejas, en donde se pueden apreciar diversos ecosistemas como la Dehesa los Fresnos, el Bosque de la Ribera y el Arroyo de Gargüera. Puesto que es una zona rica en avifauna muchos se dan a la tarea de observar y escuchar a especies como los rabilargos, palomas torcaces, mitos, ruiseñores, cochines, herrerrillos, pinzones, cigüeñas blancas, vencejos  entre otras aves que varían a lo largo del año.

Casa rural - El Guadarnés

Para  María no ha sido fácil conseguir gente que le ayude a trabajar en la finca, en parte por su extensión, donde hay lo que ella llama “una naturaleza controlada”. Sin sistema propio de riego, el sitio se nutre de las lluvias. La anfitriona ha detectado la llegada de mucha gente de fuera, sobre todo de América Latina, que viene a trabajar, aunque afirma que pocas personas aguantan la vida de campo. Esto convierte a Navalafuente en ciudad-dormitorio.

La mayoría de la gente de aquí vive de turismo rural o de los 3 bares que hay”, dice María, que no ceja en su empeño de convertir el lugar en pueblo agrícola y ganadero aunque, como explica, pocos españoles, que prefieren vivir en 40 metros cuadrados, pero en el centro.

Tenía a gente contratada para los caballos de otras nacionalidades. La migración pegó fuerte; primero venían ecuatorianos luego paraguayos. Se quedaban 11 meses, no sabían nada de caballos, cuando los contrataba les sacaba los papeles y al poco tiempo se me iban. Aquí no hay bares no discotecas, cosas que extrañan los que vienen al campo, así que duran poco y prefieren volverse a Madrid.

Desde hace unos años, trabaja en la finca de María una pareja de nicaragüenses que salieron hace unos años de Costa Rica para encontrar en España mejores condiciones de vida. Entre Antonio, sus esposa y sus hijos atienden la casa, trabajan el huerto cultivan  papas, ajos, tomates, lechugas, calabazas, hierbas de olor entre muchas otras cosas, también cuidan de las gallinas que les proveen de huevos frescos todos los días.

Para vivir en el campo te tiene que gustar. Si no te gusta y tienes que aprenderlo aquí, te pegas dos tiros. Tengo una huerta de donde saco lo básico para comer yo podría vivir solo de gazpacho y huevos. Durante el confinamiento no salí para nada”, dice María, que trabaja entre semana en Madrid como gerenta de una fundación cultural.

En Madrid se ha desatado una esquizofrenia por el coronavirus. La vida en la ciudad ya no da para más, prefieren vivir en un piso sin luz, pero cerca de un bar. Madrid es la ciudad con más bares en el mundo. Dicen que las casas están bajando alrededor de un 15% y que en cambio este tipo de casas rurales están subiendo el 8.4%. Después de haber estado encerrados, muchos van a decir: ‘yo haré tantos kilómetros al día pero a mí no me vuelve a pasar esto. Me voy al campo’.