Cuando empiecen a levantarse las restricciones de viajar se puede abrir una nueva oportunidad para un nuevo modelo de turismo que conecte con las culturas locales desde el conocimiento y el respeto, que ponga más en valor la forma de disfrutar y de vivir las experiencias, de cuidar el medioambiente y de proteger la identidad de cada lugar.

Análisis de Adriana Juan Durán.

MADRID, España.- En su evaluación actualizada del posible impacto de la COVID-19 en el turismo internacional, la Organización Mundial del Turismo (OMT) prevé una reducción en las llegadas de turistas internacionales de entre un 20% y un 30% en 2020, respecto al año anterior por las restricciones de viaje sin precedentes en todo el mundo. Con estas cifras se perdería el valor de entre cinco y siete años de crecimiento en el sector.

Al basarse en unos últimos acontecimientos marcados por un reto social y económico sin precedentes para la comunidad mundial, la OMT afirma que los datos deben interpretarse con cautela ante el panorama de incertidumbre que aún impera.

Junto con la hostelería, el turismo está entre los sectores más castigados por el brote del COVID-19. Las restricciones y medidas adoptadas para evitar el contacto entre personas y los desplazamientos que limitan los viajes entre países y dentro de ellos perjudica a las empresas de transporte terrestre, aéreo y marítimo y, por otro lado, en hoteles, alquiler de viviendas vacacionales, restaurantes, agencias de viajes, operadores turísticos y diversas actividades de ocio y sus respectivos proveedores.

Más de 75 millones de empleos están en peligro, según las últimas estimaciones que presenta el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC por sus siglas en inglés). Esto supondría una caída en el Producto Interno Bruto de Viajes y Turismo mundial mayor a 2,1 billones de dólares en 2020. Hasta un millón de empleos podrían perderse diariamente como efecto de la duración de la pandemia del coronavirus.  Los mayores estragos se producirían en Asia-Pacífico (49 millones de empleos en riesgo), Europa (10 millones de empleos), Canadá, Estados Unidos y México (7 millones de empleos).

Aunque esta “industria de la felicidad” tenga resiliencia y una alta capacidad de adaptación, la recuperación dependerá de los escenarios que se vayan presentando hasta conseguir una estabilidad en el sistema macroeconómico, político y social.

La progresiva reapertura de un sector reinventado tendrá que tomar en cuenta las restricciones nacionales e internacionales, los protocolos sanitarios, la confianza, el poder adquisitivo y la conectividad (aérea, marítima y terrestre) tanto a nivel nacional como internacional. Muchos países, España incluida, no sobrevivirán del turismo nacional por mucho tiempo.

Al no existir garantías de que no se vayan a producir futuras recaídas, es posible que el estado de alarma se levante bajo la necesidad de una gran coordinación entre las empresas turísticas para decidir cuántos, cuándo y cuáles abrirán, repartiéndose a los visitantes esperados en cada destino haciendo un análisis de datos sobre la ocupación.

Quizá el máximo desafío será el de mantener la rentabilidad bajo estas nuevas condiciones, hacer más con menos, sobrevivir al parón, ser ágiles y tener los recursos necesarios para adaptarse cada vez más rápido a los cambios sin perjudicar la experiencia de los viajeros. Muchos ya se han visto obligados a cerrar sus negocios y muchos más desaparecerán.

En el corto plazo las empresas que han apostado por un modelo de negocio de gran volumen, como las Low-Cost, se verán obligadas a abrir otras líneas de negocio para sobrevivir. Sin una vacuna contra el virus resulta inviable su modelo.

La confianza se recuperará cuando se hayan tomado las medidas que garanticen la seguridad de las personas en el lugar receptor y de los viajeros. El mundo post-COVID puede presentar nuevas y grandes oportunidades para el turismo rural, de naturaleza, agroturismo y enoturismo.

Hacia un nuevo modelo de turismo

Esta crisis puede ser el parteaguas para un modelo de turismo más sostenible que muchas personas reclamaban para conectar las culturas locales desde el conocimiento y el respeto.

Una creciente cultura del ‘slow movement’ pondrá más en valor la forma de disfrutar y de vivir las experiencias, de cuidar el medioambiente y de proteger la identidad de cada territorio por medio de un consumo responsable. Primará la calidad sobre la cantidad.

Reinventar el turismo

Foto: Rebe Adelaida (Unsplash)

La tecnología y el análisis de datos serán un gran apoyo para reducir costes organizacionales, para mantener una mejor comunicación, para reducir factores de riesgo y para distribuir de forma eficiente y eficaz el flujo de personas de acuerdo con la capacidad de carga de cada lugar.

La reactivación del sector necesita garantías en la rentabilidad, en la desestacionalidad y en el poder adquisitivo del visitante.

Para esto será necesario fortalecer el vínculo público-privado para la gobernanza turística, con la coordinación, cooperación y colaboración de todos para salir fortalecidos y preparados para adaptarnos cada vez más rápido a nuevos escenarios y contingencias con un enfoque responsable y sostenible. Los destinos están esperándonos y los viajeros ansiosos por salir.


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