Continuamos por la ruta del Císter de la mano de la mexicana Myriam Ojeda. En este tercer día, tras un agotador trayecto, llega a Casa Miret, lo que produce en ella esta interesante reflexión sobre la posibilidad de recuperar la vida rural en zonas abandonadas: “Mientras la tecnología les permita permanecer comunicados y favorecer sus negocios se puede conseguir la migración de la ciudad al campo y posibilitar la armonización entre desarrollo y vida rural”.

En este día de recorrido tuve mi aprendizaje más grande respecto a guiarse con Grandes Rutas Europeas (GR), pues asumo que el camino sería por la carretera al no haber otra vía desde el hotel. Me costó más de 10 kilómetros en subidas y mucho desgaste. Aún así, obtuve una gran recompensa, los rehiletes gigantes, o turbinas eólicas como llaman los adultos, acusadas de impacto visual en la zona y en riesgo de haber sido derribadas. Para mí conviven en perfecta armonía con el paisaje y se convierten en fieles acompañantes del trayecto.

Después de seguir a lo largo de la LP-2335 y la C-14, cansada por el riesgo de ser atropellada, llegué al pequeño pueblo de Belltall, con 154 habitantes que se dedican al cultivo de ajo y producción de vinos principalmente.

Se me alegra el corazón cuando veo la señal de la GR175. Tomo la pista asfaltada del parque eólico Les Forques. La Ruta del Císter no sólo es un camino de monasterios sino un recorrido por una de las comarcas con mayor presencia de energía eólica. Veo las turbinas más cerca que nunca. No niego que imponen y me atemorizo por el ruido que emiten.

Mi siguiente destino: Forés, otro pueblo pequeño que tiene 45 habitantes. Dos personas en coche me preguntan una dirección que por supuesto no se, hay tres patos en un estanque y estampas japonesas en el portón de una casa. Al no encontrar otra marca o poste de la GR, sigo subiendo hasta el mirador. Muy hermosa vista, pero me pone nerviosa estar sola y el desgaste se dejaba sentir en mi cuerpo. Una vez arriba me asomo a la capilla y fue escalofriante ver un cuarto oscuro con una figura religiosa al fondo. Desciendo del mirador y finalmente encuentro la salida, pero antes de eso veo a un niño jugando en su patio y lo saludo, preguntándome si en realidad era un niño o había sido un fantasma en este sitio abandonado o como se dice ahora: “de veraneo”.

Continúo y el paisaje cambia a uno lleno de flores amarillas cual alfombra que invita a lanzarse al más puro estilo de escena hippie. Las marcas y postes de GR que faltan en partes del trayecto aquí sobran y empiezo a coleccionar fotos de señales porque, así como en la vida, a veces tienes que estar atento para verlas. A veces no las encuentras y a veces encuentras de más de tal manera que no hay duda de que vas bien. ¿El letrero más sabio? Uno vacío, que parecía estar diciendo: “Encuentra tu propio camino”.

La vista se transforma y entro en el bosque hasta que se asoma Rocafort de Queralt, un hermoso y desolado pueblo que cruzo. Fundado aproximadamente en 1178, cuenta con 256 habitantes que se dedican principalmente a la agricultura. En tiempos remotos fue gran productor de azafrán, única especia cultivada en Cataluña durante la Edad Media.

Terminando el poblado, encuentro un área donde un anciano juega la petanca, un juego que no requiere de gran esfuerzo físico y que mucha gente mayor practica en España. Pasando la carretera, me dirijo hacia una vía entre los cultivos que sube y me lleva a Vallverd.

Resiento los 10 kilómetros adicionales el ascenso innecesario al mirador de Forés. Avanzo con lo que me queda de fuerza; veo una construcción a lo lejos y pienso que es mi hotel, pero al acercarme encuentro una casa en ruinas.

Imaginen una caricatura de esas basadas en cuentos clásicos infantiles. Así es entrar a Vallverd, tan bello que te reciben los juegos infantiles y el canto de los pájaros. Fundado en 1073 alrededor del castillo de Vallverd, cuenta apenas con 30 habitantes.

Empiezo a sentir la alegría en mis pies pues ya se acercan a su destino. Y veo un letrero: Casa Miret. Toco un portón y nada… impresionante es la capacidad que tenemos para generar en nuestra mente una desgracia en un instante. Ya me veía pasando la noche en la intemperie porque que nadie me abría en el hotel. Raquel tardó un minuto en salir, una eternidad por mi nivel de cansancio y suficiente para imaginar una tragedia.

Raquel, alta y hermosa, me recibe con mucha calidez, esa que después de la larga caminata y habiendo visto a pocos seres humanos te iluminan el alma y dan energía, entro y encuentro no un hotel ni una posada sino un hogar. Me enseña mi habitación que tiene junto una terraza con hamaca y maravilla de paisaje…. Simplemente un oasis para el senderista. Algo debí haber hecho bien durante esas 10 horas para merecer este tipo de recibimiento: el mejor baño caliente y cena con canelones a la catalana, pan y vino.

Alex, esposo de Raquel, me cuenta que las localidades parecen abandonadas por los pocos habitantes que tienen pero que la gente seguramente se encontraría trabajando o me miraría por las ventanas. Eso es tan diferente a México, donde hasta en las comunidades más pequeñas ves a un señor con sombrero en una silla afuera de su casa y una tiendita que por lo menos te vende una Coca-Cola.

Es conocido el peligro de despoblación en España desde el siglo pasado cuando hubo una emigración masiva a las ciudades. Se dice que aproximadamente el 60% de sus más de 8000 municipios cuentan con menos de 1,000 habitantes. Territorios enteros se han vaciado y en un mundo donde la tecnología está construyendo ciudades inteligentes, habría que detenernos a pensar cómo apoyar la creación de medios rurales también inteligentes donde se pueda ofrecer una alternativa de proyecto de vida.

Fomentar su activación no es tarea fácil, pero sin duda la creación en 2017 del Comisionado Frente al Reto Demográfico es clave fundamental para que renazcan estos bellos lugares parte del patrimonio histórico cultural de España. Caben mencionar los esfuerzos creativos y generosos de los residentes, como ceder huertos a recién llegados, cobrar alquiler en 100 Euros, establecer compañías de bienes raíces especializadas más el emprendimiento y turismo que pueden impulsar la reversión de esta triste tendencia.

Mientras la tecnología les permita permanecer comunicados, favorecer sus negocios y se tenga una mayor exigencia en la calidad de vida, la migración de la ciudad al campo se puede lograr, posibilitando la armonización entre desarrollo y vida rural, como Alex y Raquel, quienes fundaron Casa Miret hace 10 años aproximadamente. Cansados de la vida en Barcelona le dieron un giro radical a su vida y esos juegos de Vallverd volvieron a ser jugados cuando llegó María, su hija, quien habría sido la única niña en el pueblo por algunos años.