La activista mexicana Aleida Quintana, que huyó a España con la ayuda de Amnistía Internacional por agresiones y amenazas, busca garantías de seguridad para poder regresar a su país. En un acto organizado por la organización Nodo MxM en Madrid, habló de su trabajo como activista y de sus investigaciones sobre feminicidios.  

MADRID, España.- La defensora Aleida Quintana (32 años) ha recobrado fuerzas. Duerme mejor, se siente más segura y físicamente bien, pese a algunos dolores en el costado derecho del cuerpo y en el cuello. Se le escucha y nota tranquila. No era así hace un año cuando huyó de México, con la ayuda de Amnistía Internacional (AI), tras haber sido golpeada y amenazada de muerte por haber denunciado las desapariciones forzadas en el estado de Querétaro -de dos millones de habitantes, a 200 kilómetros al noroeste de la capital. El Programa de Protección a Defensores de Derechos Humanos de la ONG que la acogió está a punto de llegar a su fin, con lo que una pregunta se hace inminente: ¿con qué garantías volver?

El 12 de enero de 2018 fue la cúspide de tres años de hostigamientos, amenazas y agresiones físicas hacia esta antropóloga social de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) cuando dos hombres la golpearon por la espalda con un tubo. Aquel episodio la motivó a dejar todo y exiliarse en España acompañada de su pareja. Tras hablar con Espacio Mex, Quintana dio una charla este jueves organizada por Nodo MxM, en Madrid, sobre los feminicidios y las desapariciones forzadas en México, junto a la periodista Mariana Maldonado.

Feminicidios y desapariciones forzadas en Querétaro

143 personas desaparecidas. Esta fue la primera cifra desvelada por la activista en 2013 por la cual comenzó a recibir amenazas por teléfono, mensajes de texto y en persona. Pero no dejó de investigar las desapariciones: 177 en 2014, 407 en 2015, 629 en 2016 y más de 800 en 2017. Sin embargo, éstas se reducen a 282 hasta la fecha, según datos del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) de 2006 a 2018.

En un principio, fueron los feminicidios y las desapariciones de mujeres lo que motivó a la integrante del Grupo Interdisciplinario por la Equidad T’ek’ei. Un año antes, la titular del Instituto Queretano de la Mujer (IQM), Irma María de Lourdes Alcántara de la Torre, admitió en público que había 48 mujeres “perdidas” en el estado. Aquella cifra hizo sospechar a Quintana que no se estaba hablando de lo que realmente pasaba con las mujeres en la tierra que la vio crecer.

A los dudosos números se sumaba el discurso oficial que justificaba las desapariciones de mujeres y las estigmatizaba: que se iban con el novio, que se habían ido de vacaciones, que las niñas se iban porque querían… “Pareciera que en cualquier estado los capacitan (a los servidores públicos) para decir las mismas frases”, opina la joven.

Sus investigaciones le hicieron ver que el problema era mayor y que no solo afectaba a niñas y mujeres. “Empecé a identificar que el número de niñas menores de 18 años desaparecidas era casi el mismo que el de adultos”, asegura Quintana quien además de completar una base de datos de desaparecidos hacía acompañamiento a familiares.

La activista identificó que muchas de aquellas personas habían sido privadas de su libertad por grupos criminales para someterlas a diferentes modalidades de trata, no solo con fines de explotación sexual, algunas incluso con la finalidad de ser explotadas bajo mendicidad o trabajo forzado -en la construcción, en bares, doméstico-.

Aquella realidad contrastaba con la imagen que el Gobierno daba del estado -como la tierra prometida para la inversión extranjera- y que resumía en su slogan: Suertudo, vives en Querétaro.

Las agresiones

Las intimidaciones a la feminista mexicana fueron escalando hasta que, en 2015, interpuso una denuncia en la Fiscalía. La situación no mejoró. Ese mismo año fue atacada por dos hombre en un autobús que la tomaron del cuello mientras la insultaron y amenazaron. Tras aquel episodio, ingresó al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, con el que le asignaron un botón de pánico. Pero, ni este ni los escoltas que la acompañaron después, frenaron las agresiones que siguieron en aumento hasta aquella mañana de enero.

Al aproximarse el plazo con el que concluye el programa de AI, que aseguró su seguridad, salud y manutención durante estos meses, aumenta la incertidumbre de Quintana sobre su futuro. La posibilidad de su regreso persiste en ella como una promesa latente. Vive en el exilio entre la ilusión de volver y el miedo que algo le pueda pasar si regresa. “A mí me gustaría volver pero bajo otras condiciones”, confiesa la activista del colectivo T’ek’ei, escéptica ante los mecanismos que le había brindado el Gobierno mexicano antes de venir y que no la protegieron.

Quintana mira con optimismo el fin del Gobierno de Enrique Peña Nieto, en el que los asesinatos superaron los del anterior Gobierno y la llegada de Andrés Manuel López Obrador. “Me siento esperanzada. Haber vivido durante la administración de Peña Nieto fue muy difícil”, señala la también integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos de México.

Sin embargo, no cree que ese cambio por sí mismo pueda cambiar la situación de un país en el que cada día mueren más de siete mujeres víctimas de la violencia machista, según la ONU. “Se puede hacer algo pero no se va a lograr si no se hace con el acompañamiento de la sociedad civil organizada”, sentencia.