Para este Día Internacional de la Mujer, los hombres podemos examinar nuestra conducta y hablar menos del “papel de la mujer”. Para eso ya están ellas, ustedes, vosotras. Estamos a tiempo de asumir como propio, sin postureos ni golpes de pecho, un movimiento feminista que nos ayudará a tener una vida mejor. Dentro de unos años, nuestras hijas se enfrentarán a todos los obstáculos que no nos hayamos atrevido a derribar.

Por Carlos Miguélez Monroy

Le preguntaban a Aleida Quintana cómo lidiar con la frustración por el rechazo y la apatía de muchas personas en la lucha contra la violencia machista. Respondía la valiente activista mexicana que la transformación de las mentalidades para la igualdad comienza en nuestro entorno más cercano. Cada persona tiene la posibilidad de examinar sus propias actitudes y conductas para dejar de reforzar mentalidades, estereotipos y roles que mantienen las estructuras de desigualdad entre hombres y mujeres.

Habló de cierta doble moral de hombres que persignan a las hijas al llevarlas al colegio y pagan por sexo en bares de prostitución o recurren a pornografía que muchas veces se sirven de la trata de mujeres. Interpeló a la necesidad de mostrar valentía ante los chistes machistas que circulan por las redes y de hacer frente a esas mentalidades, aunque nuestros amigos se burlen de nosotros por mandilones como se dice en México o por calzonazos, como decimos en España

Uno de los ámbitos de cambio para los hombres está en el de los tópicos y los estereotipos en nuestros entornos de familia y amigos. Escuchamos con frecuencia la manida frase de “ni machismo ni feminismo” que pone ambos conceptos en polos opuestos. El feminismo lucha contra la discriminación, busca la igualdad de oportunidades y derechos entre hombres y mujeres. El machismo provoca muertes, mantiene la brecha salarial, frena el crecimiento profesional de las mujeres y las relega a tareas de cuidados y a roles tradicionales. Sin crispación, con una actitud de diálogo y escucha, estas distinciones contribuirán al calado de estos mensajes en nuestra sociedad.

Los hombres podemos educar a nuestros hijos para que traten con respeto a las niñas y a las niñas para que no acepten violencia alguna de un niño. No hay “es que son niños” que valga para justificar golpes y violencia. Nuestras lecciones y buenas palabras tendrán mayor efecto si van acompañadas de ejemplos en el hogar, donde los niños absorben actitudes y conductas de solidaridad, sentido de equipo y apoyo o de desprecios, ninguneos, chantaje, violencia, maltrato emocional y desprecios. Tendremos que ser cuidadosos si la convivencia en el hogar determina la forma en que los niños de hoy se relacionarán en pareja y en familia el día de mañana.

Los hombres debemos dejar de “ayudar en casa” para asumir unas tareas que nos corresponden y que tienen que repartirse de forma equitativa. Minucia semántica, dirán algunos, pero las palabras reflejan y condicionan nuestra realidad. Por eso claman al cielo las reivindicaciones para que se hable de violencia familiar en lugar de violencia machista, como si todos los casos ocurrieran dentro de la familia y como si se pudiera equiparar la responsabilidad entre maltratador y maltratado.

Son tiempos difíciles para reivindicar límites en el ámbito de trabajo, sobre todo cuando hay jefes que recurren a frases como “cuida tu trabajo, que hace mucho frío allá afuera”. Pero cuántas más horas pasemos en la oficina más allá de nuestro horario de trabajo, más estaremos reforzando la discriminación de la mujer en determinados puestos de trabajo y las dificultades para su crecimiento profesional, lo que se conoce como techo de cristal. Al mismo tiempo, estaremos generando un desequilibrio en las tareas domésticas de nuestro hogar. Diversos estudios demuestran que las mujeres, tengan el trabajo que tengan, dedican más horas al cuidado de los hijos y de los familiares dependientes de los hombres.

También podemos influir en el tertulianismo de bar que tanto contribuye a repetir mentiras que nunca llegarán a ser verdad, pero terminarán por ser creídas. Utilizar el maltrato psicológico que sufren algunos hombres para contrarrestar la violencia contra las mujeres pone en el mismo plano dos problemas de naturaleza y magnitud distintas y resta gravedad a asesinatos y maltrato contra ellas. Hablar de denuncias falsas sin aportar datos fiables contribuye al envalentonamiento de líderes de partidos políticos que esgrimen discursos machistas que pretenden derogar una ley con el peligro que esto supondría para muchas mujeres vulnerables.

Para este Día Internacional de la Mujer, los hombres podemos examinar nuestra conducta y hablar menos del “papel de la mujer”. Para eso ya están ellas, ustedes, vosotras. Estamos a tiempo luchar hombro con hombro con las mujeres y de asumir como propio, y sin postureos ni golpes de pecho, un movimiento feminista que nos ayudará a tener una vida mejor. Dentro de unos años, nuestras hijas se enfrentarán a todos los obstáculos que no nos hayamos atrevido a derribar.