Desde 2011, más de 300 niños de escuelas públicas de Punta Nayarit aprenden cada año a expresarse por medio de la danza y de la música con Colleen Macomber. Esta profesora de danza nacida en Nueva Orleans, Louisiana, dirige el programa mexicano de Celebrate the beat, una iniciativa que forma cada año a 4.000 niños de 30 escuelas distintas, casi todas en Estados Unidos, por medio de una enseñanza basada en juegos y en transmitir alegría.

MADRID, España.- Se tuvieron que dar circunstancias diversas para que esta gringa, como se llama a sí misma Colleen Macomber con una sonrisa, acabara como maestra de danza en colegios dentro del triángulo de Punta Nayarit, en lugares como Valle de Banderas, Punta de Mita, Higuera Blanca, San Ignacio y Sayulita.

Esta Maestra Brincolín, como la bautizaron sus alumnos ante semejante despliegue de energía, no hablaba una sola palabra de español cuando llegó a México, pero considera que ciertas similitudes entre Nayarit y su Lousiana natal, en Estados Unidos, facilitaron su adaptación.

 “Valoran la familia, la comida y una buena fiesta”, dice. Sin embargo, estaba acostumbrada al funcionamiento y al sistema de Estados Unidos.

La experiencia en México me ha enseñado a fluir y a lidiar mejor con mis propias expectativas de cómo tienen que ser las cosas”, dice Macomber, que lidió con la frustración de que su primer espectáculo con los niños coincidiera con una huelga de maestros después de tres semanas de clases intensivas. Al principio le costaba conseguir la concentración de los niños en medio de una enseñanza “en los elementos”, al aire libre con perros que siguen a los niños, y se suben al escenario, los ruidos de los camiones de frutas con sus altavoces, las gallinas. Pero lo ha conseguido, como ha logrado adaptar su enseñanza a los horarios lectivos de 8:00 a 12:00, a manejar el estrés que supone la normalidad de los imprevistos.

He avanzado mucho en ocho años dentro de la cultura mexicana. Además de danza y música, mis clases se han convertido además en clases de inglés”, dice, aunque reconoce haberle sorprendido el nivel que muchos niños tenían ya, algo que no ocurre en Estados Unidos con ningún segundo idioma.

Cuenta la profesora que, al principio, ningún padre presenciaba los espectáculos, lo que contrasta con los 500 que acuden en la actualidad. Con el tiempo empezaron a llegar los agradecimientos. Afirma que ha oído a muchos padres decir le has cambiado la vida a mi hijo.

Cuando le preguntan cómo ha hecho para enseñar a los niños a expresarse de semejante manera, ella suele responder: lo hicieron por ellos mismos.

Desencanto con una enseñanza elitista, los comienzos

Hace más de diez años, desencantada por el elitismo de unas academias que sólo se dirigen a niñas privilegiadas, esta licenciada en Bellas Artes dejó la enseñanza de tap, jazz y ballet. Viajar con el fotógrafo James Ray Spahn le abrió un nuevo mundo y reforzó su vocación por el diseño gráfico y las artes visuales. La crisis le quitó el trabajo y le llevó de nuevo a la danza, algo en lo que no había pensado en los años con este fotógrafo.

Conoció entonces a Tracy Straus, creadora de Celebrate the beat (celebrar el ritmo). Aunque habían contratado a Macomber para cuestiones relacionadas con el diseño gráfico, aprovecharon su experiencia en la enseñanza de la danza con una oferta para llevar un programa intensivo de tres semanas en Colorado. Después de acudir a una clase para conocer su método y funcionamiento, supo que estaba convencida. El programa, dirigido a alumnos de tercero, cuarto y quinto cursos de escuelas públicas, incluía a niñas y niños de todas las etnias y todas las formas corporales posibles.

Uno nace con ritmo, pero el ritmo también se puede aprender”, dice. Las clases de 45 minutos cuentan con la presencia de músicos que leen música como Roberto. Aunque las clases se basen en juegos con altos niveles de dinamismo y horizontalidad, no cabe improvisación alguna. Durante cinco minutos hablan de los ríos del mundo o de las partes del cuerpo con las que se relaciona cada coreografía, lo que ha dado lugar a la danza del pulmón.

Este componente multidisciplinar consigue que Celebrate the beat, una iniciativa sin ánimo de lucro, califique para financiación pública en Estados Unidos, aunque se financia también por medio de donaciones privadas, de actividades de recaudación a nivel local.

Tenemos un impacto en la salud física y mental. Abordamos temas curriculares. Aprendemos geografía y culturas, abordamos temas de artes visuales, de biología, del cuerpo humano. Todo tiene una relación”, cuenta Macomber sobre las asociaciones que utiliza en su enseñanza y que lleva a los cuatro pasos básicos que enseña a sus alumnos para simplificar la enseñanza. “Menos es más (Less is more)”.

Asegura además que la danza en su país sirve como contrapunto al sistema de financiación pública de escuelas en Estados Unidos que aporta menos recursos a las escuelas con mayores tasas de fracaso escolar, lo que perpetúa las injusticias sociales.  

La maestra se mudó a Vail, en Colorado, para llevar ahí uno de los trece programas en Estados Unidos que forman parte de National Dance Institute que fundó Jacques d’Amboise, un referente en el mundo de la danza que creció con grandes carencias que lo obligaban a acompañar a su hermana a sus clases de ballet hasta que la maestra de su hermana lo desafió a que saltara tanto como las niñas. Ahí empezó todo.

D’Amboise ha seguido la premisa de que las artes tienen el poder único de implicar a todos los niños, al margen de sus antecedentes, de sus habilidades y su nivel socioeconómico y motivarlos para alcanzar la excelencia. Aseguran desde esta prestigiosa academia haber impactado en la vida de dos millones de niños. A Macomber le estimulaba transmitir todo este bagaje a niñas que habían tenido infancias truncadas por la pobreza y la exclusión.

El ballet es para niñas. Me encanta romper ese estigma”, dice sobre su motivación para transgredir los roles de género tradicionales por medio del arte.

La danza es un medio que les permite expresarse, además de formarse en trabajo de equipo, en cómo alcanzar la excelencia, en dar lo mejor de ellos mismos. Esta formación se abre camino en su educación, en el salón de clases y en la familia. Enseñamos a las escuelas públicas con menos recursos.

Esto convierte la danza en un espacio seguro para sentirse felices, alejados del acoso y de la violencia que puede irrumpir de forma inesperada en sus vidas, además de aportar herramientas a niños que no sobresalen en el ámbito académico.

Más allá de los aspectos físicos, mentales y educativos, Macomber afirma que la danza le ha permitido formar a sus alumnos en temas de geografía, cultura, artes visuales e incluso ciencias. Pone como ejemplo “el paso del pulmón” de una de sus obras.

“Humildad pura de los niños mexicanos”

Con experiencia con niños en México y en Estados Unidos, la Maestra brincolín apenas encuentra diferencias entre un lugar y otro, aunque si destaca lo que ella llama la humildad pura de compartir lo poco o lo mucho que puedan tener los niños mexicanos.

Busco que comiencen la clase alegres y que se sientan queridos. Algunos vienen de entornos severos, de casas donde les repiten que no valen, que no sirven para nada. El amor es fundamental en este programa”, dice, convencida de que la danza tiene la capacidad de romper patrones y dinámicas familiares que les impidan crecer y desarrollarse.

Es posible romper este ciclo de los padres y decirles a los niños: puedes dedicarte a la música y tener una carrera”, dice esta maestra que hace dos años lanzó su propio programa en la Escuela Internacional de Nueva Orleans, que ofrece programas de inmersión en el español a los estudiantes, 90% de ellos afroamericanos. El ruido que forma parte de la cultura de su Nueva Orleans natal no ha supuesto para ella un problema. México la ha preparado para enseñar en los elementos y hacerlo con alegría.


Fotos de la entrevista: Carlos Miguélez Monroy

Fotos del programa: Colleen Macomber