En pleno boom de la comida mexicana en Madrid, en toda España y en el mundo, Tamán (C/ Alfonso VI, 6) se distingue y destaca como espacio de encuentro con los mismos sabores que en un hogar mexicano. Estefanía y Luis refuerzan sus recetas con su pasión por contar la historia que tienen detrás, por la fotografía y por promover la riqueza cultural de México.

MADRID, España.- Las tortitas en salsa verde que probé hace unos días me transportaron a mi hogar de niño y adolescente  en México. A diferencia de las que me hacía mi madre, de carne, las de Tamán están hechas de pollo y de zanahoria rayada.

Tamán significa “lugar donde se encuentran”, como Estefanía y Luis se encontraron en México “por culpa” de la fotografía. Tamán se llama también la fonda que esta pareja abrió en mayo en pleno centro de Madrid (C/ Alfonso VI, 6). Muchas de las recetas de la carta, como las tortitas de pollo de la maestra Lupe bañadas en salsa verde y acompañadas de frijolitos de la olla y tortillas de maíz, se inspiran en personas con una historia.

Estefanía, ducha en el arte de contar historias, las transmite a unos comensales que, además de probar exquisita comida casera, se llevan una experiencia única en un entorno que se parece más un hogar que a un restaurante. Estefanía y Luis también cuentan estas historias desde su página web y desde sus cuidadas redes sociales por medio de fotos y de textos que promueven la cultura de México con un toque íntimo y cercano.

Nos vamos a apoyar de la fotografía para que la gente vea lo que le estamos haciendo y diciendo. La fotografía y la comida son dos pasiones que nos salen del alma para mostrar nuestro México.

También contribuyen a crear este efecto la decoración y el colorido de la fonda, rematada en una de sus paredes con un mural que pintó Andrés del Collado, inspirado en el mural en Tlaxcala del muralista Desiderio Hernández Xochitiotzin.

El nuestro tiene una adaptación en el fondo. Le pintamos el Cerro del Elefante del Valle del Mezquital, de donde somos.

Tamán: comida casera como en un hogar mexicano

Todos los días, salvo los lunes y martes de descanso, ofrecen platos fuera de una carta con recetas inspiradas en historias como la de la maestra Lupe. Nadie se espera encontrar en un restaurante de Madrid tlacoyos, un elemento de mi infancia que no había vuelto a ver desde que me fui de México. Mouse de camarones, tostadas de maíz azul con tinga, cerdo encacahuetado, pavo en mole tlaxcalteca, cochinita pibil por encargo y otros platos completan una carta que no encuentra parecido en España, donde han proliferado restaurantes mexicanos con ofertas gastronómicas que, salvo excepciones, suelen parecerse.

Se requiere de valentía para dejar fuera de la carta los tacos y los nachos, el recurso al que recurren las personas cuando no han oído los nombres de una carta auténtica y cuando no conocen de cerca la gastronomía mexicana. Luis y Estefanía tomaron esa decisión, lo que obliga a los comensales a probar algo nuevo con una historia que Estefanía está dispuesta a contar mientras Luis se esmera en los fogones de su limpia y ordenada cocina en la que también preparan platos veganos. Esa decisión sintoniza con su concepto de cocinar a fuego lento, de ofrecer algo distinto, de promover cultura y de contar historias llenas de color y sabor. Esta coherencia en su conjunto se convierte en su valor añadido o, en los tiempos que corren, en su marca.

Nuestra carta es un homenaje a nuestros seres queridos. Acompáñanos a comer aquí lo que se come allí.

Para acompañar sus delicias gastronómicas, Tamán ofrece una amplia selección de tequilas, de mezcales artesanales y de vinos, aunque también ofrecen agua natural de Jamaica y otras de sabores. La gelatina de postre también transporta a la infancia en México por su sabor tan distintivo, que puede acompañarse con café de olla.

Tamán: un encuentro nacido en Asturias y en México

Estefanía acababa de aterrizar en la Ciudad de México cuando conoció a Luis, que nació y creció en Hidalgo pero llevaba siete años en la gran metrópoli para realizar sus estudios, para empezar a trabajar en una librería y para hacer sus primeras incursiones en el mundo de la fotografía.

Las rancheras a lo Jorge Negrete que cantaba su tío de Avilés, el filántropo y empresario Ernesto Baldajos, fortalecieron la predilección por México de esta mexicana nacida en Asturias, como la misma Estefanía se autodenomina. Su madre la calificaba de tétrica por su gusto por las calacas desde pequeña, cuando iba al colegio con una camiseta de un país que no pisaría hasta muchos años más tarde.

Bajada del avión, pocas horas después, conocí al amor de mi vida”, dice en referencia a su compañero Luis, que por aquel entonces había entrado a unos cursos de fotografía donde conoció a los fotoperiodistas que hicieron posible su encuentro con Estefanía el Día de San Judas en la inauguración de una exposición de fotografía en un bar.

“Fue un viaje muy duro”, cuenta Estefanía al recordar cómo su familia la animaba a regresarse cuando la estafaron y cuando cayó enferma. Pero su convicción de estar viviendo su destino le hizo perseverar, lo que le permitió conocer la noche de Muertos en Janitzio, Michoacán.

Me cambió la vida. No sé si tengo una experiencia comparable a Janitzio. Ahí todo cobró sentido.

Conoció a su admirada Cristina García Rodero en Juchitán, donde viajó para realizar un fotorreportaje sobre los muxes. Estas historias, plasmadas en su página web, complementan un concepto que seduce porque, como dice Estefanía, “nace del corazón”.


Fotos: Carlos Miguélez Monroy