Sentados ante un delicioso menú compuesto de tlacoyos y albóndigas caseras de Tamán, quizá la única propuesta de comida casera mexicana en Madrid, Jonatan Armengol desmonta tópicos con humor y nos cuenta su experiencia como la primera persona ciega en España en acudir a un colegio para niños que ven y luego como referente en el periodismo de gastronomía.

MADRID, España.- Jonatan Armengol utiliza los altavoces inteligentes para estar al tanto de la actualidad, para escuchar música y para estimular su mundo desprovisto de imágenes, pues nació ciego.

Su pasión por la comida lo ha encumbrado a su éxito como periodista de ese sector, aunque en su día influyó en los 150 kilos que llegó a pesar, con unos niveles de azúcar que ponían en peligro su salud.

Jonatan Armengol

José Carlos Capel, Julia Pérez, Bartolomé Sánchez, Jesús Flores y otros referentes que participaban en un programa de radio no tardaron en descubrir la capacidad de Armengol para distinguir sabores, lo que confirmaría el estereotipo de que los ciegos desarrollan otros sentidos.

En este caso concreto, la explicación radica en su número de papilas gustativas, algo que mide una prueba del CSIC que consiste en teñir la lengua.

“Hay gente que casi no tiene papilas gustativas, luego está la normalidad con entre 9 y 17, los catadores excelentes con 21 y 22, y los supercatadores que están de 22 en adelante. A mí me hicieron la prueba y pasé de 27. Me la repitieron 3 veces”, cuenta orgulloso este periodista.

Instagram recoge mucha de su actividad actual. Dice con humor que le sigue mucha gente pero que él no sigue a nadie porque todo es imagen.

Armengol estuvo entre los impulsores de los primeros podcast y diarios gastronómicos cuando el resto de diarios de nicho se dedicaban al cine, a las tecnologías y a las rebajas. Así nacieron The Foodie Times y Comer a ciegas, el programa de radio que dirige en Intereconomía y que lleva el mismo nombre que el blog que durante años mantuvo actualizado.

Hace 25 años, unos amigos periodistas empezaron a hablar de programas de radio mientras tomaban unas cervezas. Desafiaron al más conservador a hacer un programa de sexo entre todos.

“Dijo que lo harían si hubiera un programa serio y formal. Le dije que yo le preparaba un proyecto de programa de radio que pudiera salir formal. Le presentamos un proyecto. Me pasé 3 años en la radio hablando de sexo”, recuerda Armengol sobre ese programa en que había una sexóloga, un consultor geriátrico que hablaba de sexo en la tercera edad, una psicóloga sobre cómo hablar a los niños de sexo, una historiadora y otros expertos.

“Me lo pasé muy bien. Despedí el programa diciendo que lo dejaba porque, cuanto más hablaba de sexo, menos practicaba, y estaba llegando a cotas peligrosas”.

Los olores y el tacto de México

 “Me pasaba todo el día en los mercados”, dice Armengol sobre su experiencia en México. Este periodista destaca la cocina callejera en México por encima de otras experiencias gastronómicas. Ahí aprendió a hacer gorditas.

¿Qué tal lo estoy haciendo?, pregunté. Bien...”. Supo entonces que lo estaba haciendo fatal. Le dije: haz una y déjame que te tome de las manos. De golpe supe que era como cantar flamenco mientras cocinas. Me pongo a palmear flamenco y a cantar y en pleno mercado me salen la gorditas perfectas.

Sin embargo, tuvo que tranquilizar a más de una persona asustada ante la posibilidad de que se pudiera quemar porque no podía ver. “Tonto, tonto, no soy”, dice Armengol entre risas.

Me armaron una agenda con jornadas gastronómicas. Me pasaba todo el día comiendo en México. Me hicieron muchas entrevistas, dormía 2 horas al día. Me subí al avión y me despertaron al llegar a España. No podía más, me arrastraba.

Paternalismo contra integración real de las personas ciegas

El trato paternalista por su ceguera le afecta tanto como la falta de sensibilidad.

Soy ciego, lo tengo interiorizado y asumido. La palabra discapacidad no es justa porque significa menos capacidad.

La discapacidad en México no está tan en la calle como en España”, dice al recordar lo mucho que llamaba la atención en un país donde personas con obstáculos similares se encuentran más ocultas. Sobre la ceguera, dice que así nací, fruto de una enfermedad genética y que fue el primer ciego en España, junto a otra chica en Madrid que se llamaba Estela, que empezaron a estudiar en colegios de gente que ve.

Jonatan Armengol

Un cura decía que retrasaría al resto de los niños. Mi madre apeló a toda la parte religiosa y lo dejó noqueado. Me aceptaron por eso. Pero nadie quería a un ciego en el colegio en aquella época”, recuerda Armengol sin atisbo de rencor y agradecido de las dificultades que tuvo que superar en un mundo de gente que ve.

Aplaude que haya cobrado fuerza el lenguaje inclusivo, pero advierte del peligro de convertir todo en eufemismos y mentiras piadosas que impidan distinguir el significado de lo que se quiere decir. Considera que el lenguaje inclusivo funcionará cuando deje de ser una extravagancia y se normalice.

Viaja mucho, pero podría viajar más si no dejaran de invitarlo “para evitar problemas”.

Afirma que ese trato se desvanece cuando conocen su grado de autonomía y su forma de ser echada para adelante.

“Las sociedades se miden mucho por cómo tratan a los menos favorecidos. No me ofende que me llamen ciego. Yo me digo habitualmente que soy ciego”, dice Armengol, a quien le molesta más la palabra “discapacitado” o “minusválido”, que significan menos válido o que faltan capacidades.

Me importa un bledo si me llamas ciego, salvo que lo hagas con ánimo de ofender. Creo que tiene más que ver con cómo diriges el lenguaje o como me trates.  Si me tratas con paternalismo, con lástima o con pena, me va a molestar mucho. Con la gente con la que mejor me relaciono hablando de discapacidad son los niños. A mi un niño por intuición me lleva de la mano.

Se considera autónomo, pero asume que debe ser amable con quien ofrece su ayuda al cruzar la calle, por poner un ejemplo, pues de lo contrario puede perjudicar a otras personas que sí lo necesiten o que él mismo no tenga una mano cuando esté más perdido

Armengol afirma que ser ciego le ha permitido darse cuenta de que hay más gente buena de la que tú uno cree. Y tiene otra ventaja: al no ver no juzga al no saber si la persona tiene el pelo largo o corto, si lleva pendientes, piercings o si estás tatuada.

Se rige por el oído, por el buen lenguaje sin dejar de ser claro y directo, aunque sin ofender.

Olores y carácter mexicanos

El acento mexicano que adoptó en México se le quitó de golpe cuando, en una entrevista en televisión con tres chicas, una de ellas le dijo que lo que les “ponía” a las mexicanas era el acento europeo”.

“Se me borró el acento mexicano, me pasé el resto del viaje hablando en español perfecto”, dice Armengol muerto de risa.

Aparte de los mercados, le encantó un helado de lavanda que probó y se queda con las gorditas y con el maíz azul.

“México está lleno de sonidos y de aromas. Para mí los dos aromas principales son los chiles y el maíz. Todavía se cocina mucho con carbón y leña y el humo tiene una predominancia importante”, dice Armengiol, que destaca también los cítricos, el olor a chile y el omnipresente maíz.  Sin embargo, señala al guiso como el olor más preponderante.

Aunque el comal exista y sea un símbolo, tiene más peso todo lo que tenga que ver con la olla, el guiso y la cocina lenta. Al final, esos son los olores que más se me quedaron.

Jonatan Armengol

Armengol afirma que el carácter mexicano suele ser más caariñoso y cercano que el español. Reconoce que iba a México con el miedo a la violencia, pero dice que lo que más le impactó de forma negativa fue el clasismo que ahí respiró.

“Me impactaba mucho porque percibía la invisibilidad de una señora de 80 años tirada en el suelo vendiendo chiles pequeñitos que había traído. Ponerme a platicar con ella y me daba cuenta de que gente mexicana ni se acercaba. Son cosas que me llaman la atención”, recuerda el periodista.

Sobre la propuesta de Tamán

Jonatan Armengol“Es comida casera. Estuvo otro amigo mío que es crítico gastronómico y cuando salió lo único que me escribió fue “gracias”. Cuando alguien que es del sector te escribe gracias, sabes que lo has clavado”.

Atribuye el éxito de Tamán a que se diferencia de los tacos, de los nachos, del postureo y del Tex-Mex que prolifera por todos lados.

“Pero no hay guisos. De golpe, cuando has estado ya allá y hueles aquí la comida guisada piensas que estás otra vez en México.