Muchos pueblos y familias siguen afectadas por el terremoto de Tehuantepec, que azotó con fuerza a Oaxaca el 7 de septiembre de 2017. Proyectos como ‘Una mano para Oaxaca’ han conseguido que muchos mexicanos se sobrepongan al trauma y que hayan encontrado la esperanza y la fuerza para seguir adelante un año después.

MADRID, España.- Se calcula que Oaxaca tardará 10 años en recuperarse de los daños que sufrió a causa del terremoto del 7 de septiembre de 2017. El sismo, de 8.1 grados en la escala Richter, obligó a demoler 900 casas en el pueblo de Asunción Ixtaltepec.

Perseida Tenorio había crecido y estudiado en este pueblo. Al saber que la casa de su infancia y la de muchos de sus familiares habían quedado destruidas decidió organizar una colecta de víveres. Junto con Tenorio, Alejandra Rosado, Aida Corres e Iris Piñón, creó Una mano para Oaxaca. Dos días después del sismo ya se encontraban en el pueblo repartiendo los víveres.

“Parecía una zona de guerra, el fin del mundo”, cuenta Perseida.

Imágenes: Iván Zetina

Reparar hornos, reparar vidas

Perseida y algunas de sus compañeras habían trabajado anteriormente en proyectos de desarrollo comunitario. Sabían que la ayuda dejaría de llegar en cualquier momento y que las recogidas de víveres dejarían de servir a largo plazo.

Un día, un panadero se acercó a su camioneta y les comentó que su necesidad más grande era recuperar su horno, pues de él dependían los nueve miembros de su familia y otras diez familias a las que daba trabajo como vendedores. Tenorio llamó a Kitry Ducray, una antigua compañera que se unió a la organización y preparó un proyecto de reactivación económica para Ixtaltepec. El 25 de septiembre comenzaron la reconstrucción del horno de Paco, el panadero.

Se disolvió la desconfianza de parte de la comunidad hacia las organizaciones cuando vieron que el horno de Paco volvía a estar en funcionamiento; empezaron a crecer los apoyos para Una mano para Oaxaca. Cuentan desde la organización que los afectados estaban muy perdidos y no sabían cómo volver a ponerse en pie.

Para nosotras era una manera de decirles a las familias: ‘sé que perdiste todo pero a través de tu trabajo te puedes recuperar’”, cuenta Perseida Tenorio. En poco tiempo la ayuda había llegado a 50 familias en el pueblo de Ixtaltepec.

Pueblos cercanos, que también habían sufrido graves daños por el terremoto, comenzaron a pedir ayuda a la organización. En menos de un año Una mano para Oaxaca ha llevado su labor hasta las costas de Oaxaca, a siete horas de donde comenzaron a ayudar menos de 24 horas después de uno de los peores terremotos que se recuerdan en México. En este tiempo han trabajado con 12 comunidades y han reparado 108 hornos, lo que supone fuentes de ingresos para cientos de familias.

Además de contribuir a la estabilidad económica, las creadoras de este proyecto se dieron cuenta de que superar el trauma, sanar el estrés postraumático que supuso esta catástrofe, era igual de importante. De esta manera crearon un centro comunitario donde hacen talleres de sanación y de recuperación de oficios tradicionales, tan característicos de esta zona de Oaxaca.

Luces entre los escombros

Iván Zetina, estudiante de psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) viajó al pueblo varias semanas después del terremoto. Impactado por el estado en el que estaban las viviendas, algunas ya comenzando a reconstruirse, Zetina cuenta que se sintió muy acogido por la gente del pueblo que se volcaron en amabilidad a pesar de la situación tan dura que estaban atravesando. En esta visita Zetina, consiguió captar la belleza que aún residía en el pueblo, un Ixtaltepec lleno de color y luz que muchos pensaban que se habían perdido.

Imágenes: Iván Zetina

El regreso de los colores a Ixtaltepec

Al igual que Zetina, las mujeres de esta organización no querían que el pueblo quedara en el recuerdo como un lugar gris. Así nació el tercer proyecto de este equipo: “Regresemos los colores a Ixtaltepec”, una ruta de murales inspirados en familias con oficios tradicionales.

“El objetivo de este proyecto es regresar los colores para que la gente se dé cuenta que lo bonito no eran las construcciones si no la gente que hace especial al pueblo”, afirman desde la organización.

Imágenes: Una mano para Oaxaca

Reconstrucción lenta 

Gente de la comunidad coincide en la falta de respuesta eficaz por parte de las autoridades y de control sobre la ayuda económica que debía ir a las familias afectadas. Afirman que sus nuevas viviendas no están adaptadas al clima. El cemento y los ladrillos entregados retienen mucho calor, por lo que muchas familias duermen en los pasillos o en los patios.

Muchas otras familias aún no han podido ni comenzar con las labores de reconstrucción por el encarecimiento del material y de la mano de obra. Un albañil llega a costar unos 300 pesos al día y muchas de estas familias no tienen ahorros ni seguros en sus casas. Las casas temporales de madera que han aportado otras organizaciones como la Fundación Harp o grupos menonitas hacen que pocas familias tengan donde vivir, aunque algunas siguen sin tener un techo un año después de que se les derrumbara.

Imágenes: Iván Zetina

El futuro para Oaxaca

Una mano para Oaxaca tiene previstos proyectos para hasta dentro de 3 o 4 años. Han conseguido grandes avances en el año de trabajo que llevan. El 75% de los participantes en sus talleres productivos han incrementado sus ingresos, el 90% de los asistentes a los talleres terapéuticos afirman que ha disminuido su estrés, su malestar y su trauma.

“Para mí lo más bonito fue ver cómo las familias recuperaron la esperanza”, afirma Perseida Tenorio. Sólo ha pasado un año desde que el suelo se abrió y agrietó la vida de miles de personas. Con el apoyo de personas como quienes pusieron en marcha Una mano para Oaxaca,  las cicatrices estarán cada vez más cerradas y volverán los colores a Ixtaltepec. Poco a poco el horror y el dolor darán paso a una recuperación marcada por la solidaridad y de la fuerza para salir adelante.