Una semana separa este encuentro con Liliana Blum y el momento en que terminé de leer ‘El Monstruo Pentápodo’ y ‘Pandora’, dos trepidantes novelas que narran el descenso a los infiernos de personajes camuflados como “personas normales” en la cotidianidad de la vida. La escritora mexicana participó en el prestigioso Festival Eñe en Madrid.

Por Carlos Miguélez Monroy.

MADRID, España.- “Mi papá era una persona muy violenta en todos los sentidos”, dice Liliana Blum al articular una posible explicación a la oscuridad de sus personajes, impregnados también de una infancia con grandes dosis de soledad que encontró refugio en los libros de casa de su abuela y en su capacidad para inventar historias.

La escritora mexicana acaba de publicar Tristeza de los cítricos, un libro de relatos que no vieron la luz hasta que se había consolidado como escritora con la publicación de El Monstruo pentápodo y de Pandora, dos novelas que proyectan la violencia, el miedo y la soledad de su tierna infancia.

En El Monstruo Pentápodo, Raymundo se propone hacer realidad un sueño de pederasta con la complicidad de Aimée, una recepcionista de una escuela de natación en la que nadie se había fijado por ser enana y a la que utiliza para ejecutar su monstruoso plan. El lector descubre el desarrollo de la historia por medio del diario y de las cartas que Aimée escribe desde su celda como cómplice de Raymundo, también en la cárcel como artífice del crimen.

Pandora retrata la vida de Gerardo, un médico que aparenta una vida perfecta con su impecable esposa y sus hijos gemelos. Todo cambia en una cena de Navidad, cuando sus ojos reparan en Pandora, una secretaria obesa que hasta entonces había vivido aplastada por el desprecio de una madre obcecada en la tiranía de imponer su afán de perfección a su hija, por el silencio cómplice de un padre cobarde y dominado, y por una hermana que representa la crueldad de un mundo gordófobo. Pandora encarna los deseos de Gerardo, “inconfesables” e imposibles en una sociedad que idolatra la belleza de las revistas de moda.

Ambos thrillers psicológicos atrapan al lector con una prosa limpia sin dejar de lado la belleza de lo simple y de la palabra justa: frases cortas donde conviene, verbos llenos de fuerza y adjetivos que nutren sin empalagar. La ausencia de barroquismos y de florituras acompañan al lector en el descenso a los infiernos del alma por medio de personajes que sólo puede crear quien conoce al ser humano.

Además de la violencia y del miedo en su infancia, de su timidez y de su soledad, su vocación de escritora se ha nutrido de la tendencia a observar no sólo lo que le rodea en el mundo físico, sino también las motivaciones que subyacen al comportamiento humano.

Siempre me ha llamado la atención explorar porqué hacemos lo que hacemos”, dice Blum en referencia también a infidelidades, golpes y maltrato que soportan muchas personas, sobre todo mujeres.

Muchas culturas, sobre todo la mexicana, nos enseñan a las mujeres que no debemos estar solas, que siempre necesitamos a alguien a nuestro lado. ‘¿Cómo voy a ir sola a un restaurante?’

Afirma la escritora que los relatos de Tristeza de los cítricos retratan esa dificultad de tantos seres humanos de relacionarse con los demás.

Los deseos más oscuros que tenemos a veces permanecen agazapados pero otras veces afloran”, dice sobre los detonantes que explora con su literatura.

La soledad de Blum trascendió su infancia y encontró nuevo caldo de cultivo en su vocación. Su literatura se alejaba de lo que escribían muchos de sus colegas exitosos en la Ciudad de México, lejos de la provincia donde ella creció y se desarrolló como escritora, así como de cierta tiranía de la novela que tiende a menospreciar el relato corto como género literario.

Recuerda cuando su tutor para una de sus becas le dijo que no tenía futuro en la literatura.

Me dijo: ‘La literatura no es lo tuyo. ¿Por qué no te dedicas al hogar?’ En el 2004 sólo tenía un librito de cuentos, estaba empezando. Era distinto a todo lo que estaban haciendo mis compañeros, que tenían libros bien colocados. Casi dejé de escribir, destrozaban mis textos. Fue muy traumático.

Dice haberse sentido como el animal herido de la portada de Tristeza de los cítricos, pero también encontró ángeles como el japonés de una universidad norteamericana que, fascinado por su prosa, empezó a traducir algunos de sus relatos del inglés al español y a colocarlos en distintas publicaciones.

Cristina Rivera, que había estado en Tusquets, la puso en contacto con distintos círculos editoriales que le pidieron que enviara una novela, pero entonces sólo tenía ocho libros de relatos publicados. Pasado un tiempo envió Pandora, que la catapultó como escritora y le permitió continuar con El Monstruo Pentápodo.

Liliana Blum en un taller en el Instituto de México de España, que ha cedido esta imagen.

Blum acaba de participar en el prestigioso Festival Eñe, que tuvo a México como primer país invitado y que contó no sólo con la participación de grandes escritores y cronistas no sólo de su país, sino del amplio y rico contexto iberoamericano. La escritora encontró en su perseverancia el duende que necesitaba para alcanzar el éxito y reconocimiento más con una mirada hacia su interior, monstruos incluidos, que hacia lo que otros hacían y que la habrían convertido en algo que no ha sido: una persona y una escritora sin autenticidad.