Aprovechar la situación excepcional que se vive por el coronavirus puede iniciar una transformación hacia un planeta más habitable con menos pobreza y desigualdad.

Opinión de Xavier Caño Tamayo.

MADRID, España.- No resisto parafrasear el título del filme 55 días en Pekín, de Nicholas Ray. Hoy no se trata de afrontar la rebelión de los boxers, como cuenta esa película, sino de evitar el contagio del coronavirus, un germen que empezó a infectar a personas en la ciudad china de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en China central.

55 días en Wuha

Imagen de la película ’55 días en Pekín’

La pandemia global del coronavirus empezó el pasado diciembre y hoy, 55 días después de que el gobierno chino tomara las primeras medidas drásticas para frenar la expansión del virus, se ha reducido la contaminación atmosférica de forma ostensible en esa región. La pandemia remite porque se ha hecho lo que se debía. Es una de las buenas noticias relacionadas con el coronavirus, además de la rapidez con que otros muchos países afectados han reaccionado.

No es una fantasía ni una exageración. La limpieza del aire se comprueba en las imágenes de satélites hechas públicas por la NASA y la Agencia Espacial Europea, imágenes que muestran una caída muy notable de dióxido de nitrógeno (NO2) en enero y febrero en el aire de China.

Los mapas e imágenes de satélite muestran niveles decrecientes de dióxido de nitrógeno a medida que se aplicaban las medidas tomadas. Según el Centro de Investigación de Energía y Aire Limpio, la aplicación de medidas contra la pandemia ha reducido ya un 25 % el volumen de CO2 en el aire. Lo demuestra que China haya emitido en las últimas tres semanas 150 millones de toneladas métricas menos de dióxido de carbono que en el mismo período del año anterior.

Las emisiones de gases de efecto invernadero han disminuido por la restricción de actividad productiva y comercial en China y por la reducción de viajes en avión, uno de los factores más contaminantes del planeta.

La mala noticia es que esa situación solo es temporal, salvo que se diera el milagro de que el gobierno chino y otros gobiernos aprovecharan la comprobada y positiva experiencia de reducción de contaminación atmosférica para empezar a cambiar su sistema productivo, comercial y aéreo. Por ahora no hay indicios de que se vaya a elegir ese camino, nada fácil, por cuanto China es hoy la fábrica del mundo y le ha arrebatado a Estados Unidos el liderazgo en exportaciones.

Otro marco económico después del coronavirus

No hay siquiera atisbos tanto dentro como fuera de China de que se vaya a aprovechar la situación creada por el coronavirus para iniciar las reformas que hagan el planeta más habitable, más justo y más alejado de un cambio climático irreversible.

Otras voces consideran que, de prolongarse, la pandemia del coronavirus puede dañar la economía mundial y frenar el desarrollo. Sin embargo, también hay quienes recuerdan que la historia no deja de demostrar que las crisis pueden devenir oportunidades. Aprovechar la situación excepcional que se vive por el coronavirus puede iniciar una transformación que acerque a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), acabe con la pobreza, reduzca las desigualdades, proporcione educación de calidad, aporte energía suficiente no contaminante, cree empleo decente, promueva el consumo responsable y afronte el cambio climático.

La economía mundial debe aprovechar la oportunidad de la pandemia del coronavirus y de las medidas que ha habido que tomar para construir otro marco económico global más justo y sostenible.

Para superar las tremendas secuelas de la II Guerra Mundial, había que reconstruir todo sobre nuevas bases. Empujado por los gobiernos democráticos, el empresariado comprendió que reconstruir los países reclamaba mejorar la vida de las clases trabajadoras. Fue la llamada edad de oro del capitalismo, de 1945 a 1973. Las tres décadas de mayor justicia social en Occidente. Hoy, lo sensato sería que la economía mundial se enfrente a la pandemia del coronavirus como una oportunidad para construir otro marco económico mundial, más justo y más sostenible.