Esta ciudadana mexicana nos cuenta su experiencia personal, que deja ver un preocupante panorama ante la expansión del coronavirus, elevado a pandemia mundial por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Texto de GC, ciudadana mexicana.

CIUDAD DE MÉXICO.- Preocupada por la salud de un familiar, el viernes, 13 de marzo, acompañé a mi tía sobre las 11:30 de la mañana a la sala de Urgencias del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) en la Ciudad de México. Nos encontramos con una sala llena, aproximadamente unas 30 personas en espera; entramos sin restricciones, con cubrebocas (como la mayoría de las personas que estaban ahí), en la entrada había un par de policías y una mesa con unas hojas para registrarte antes de ponerte gel antibacterial de una botella que ya estaba por acabarse y que debías presionar para obtener gel a pesar de que se aconseja un dispensador automático para reducir riesgos.

Parte del personal estaba usando sólo cubrebocas, otros no. Había dos recepciones para tomar datos y preguntar motivo de urgencia. Nos dijeron que esperáramos en la sala y ahí me percaté que había dos mujeres de unos 60 años muy enfermas, ambas con botella de oxígeno y una no paraba de toser, pertenecientes a un grupo vulnerable ante el coronavirus y que debieran tener prioridad para su consulta.

Vi a al menos tres niños, de entre siete a diez años, todos con la cara roja (sintomático de la fiebre), uno de ellos tose y vomita frente al resto de nosotros, mientras su madre le detiene un cesto pequeño con bolsa, un baño improvisado para que el pequeño pueda vomitar. Los niños se veían francamente mal de salud, tumbados en las sillas y en los regazos de sus madres, tristemente nos damos cuenta que tampoco tienen prioridad.

Coronavirus - México

Tras media hora de espera, nos llaman, el doctor que nos recibe se llama Omar “N” y se le informa de todos los síntomas que presenta mi tía.

Le comentamos que ella estuvo en España una temporada, que regresó a México a principios de febrero y que desde inicios de marzo presenta un grave cuadro de tos, estornudos, fiebre, falta de oxigenación, debilitamiento y falta de apetito. Es decir, presentaba todos los síntomas de la enfermedad.

El doctor procede a tomar sólo la oxigenación y en tono “robot” como un discurso aprendido y sin tener ninguna sensibilidad nos dice que la prueba del coronavirus cuesta entre 4.000 y 5.000 pesos y que quien se la hace debe pagarla, que en los hospitales privados cuesta alrededor de 18.000 pesos.

Nos dice que por ahora no se le haría la prueba mi tía porque “oxigena bien”, aunque tose y tiene fiebre desde hace 15 días. Insistimos y nos dice una y otra vez que no. No le toma la temperatura ni la ausculta, ni tampoco le brinda información adicional, sólo dice que no. Le recordamos que el presidente y el Subsecretario de Salud de México han dicho que todos tenemos derecho a hacernos la prueba y que estaba puesta a la disposición de la ciudadanía, a lo que nos responde que el Presidente sólo dice eso para calmar la paranoia de la población.

Coronavirus - México

Ante la insistencia, el médico responde que, a día de 14 de marzo, el INER sólo contaba con 111 pruebas para toda la “temporada” y que no había posibilidad de hacerle la prueba a mi tía porque “no se estaba muriendo”, que tenían ya dos casos sospechosos atendiéndolos en la sala de urgencias y que con esos dos casos tenían completo el cupo en el hospital. Con esos dos posibles casos estaban saturados, no contaban con espacio físico suficiente, sólo atendían a “casos graves” y con gravedad se refería a “ponerle un tubo en la boca a un paciente”.

No dábamos crédito a lo que escuchábamos. Era desesperanzador no saber si ella tenía o no el virus, era tal la impotencia y el coraje que por fin entendimos que las cifras de los casos de coronavirus en México no aumentan porque no le están haciendo la prueba a las personas que acuden al creer que pueden ser portadoras, sino sólo a los muy enfermos, a los que “se están muriendo”… Efectivamente, los están dejando morir.

El médico nos comenta que, aún cuando se detecta el virus, el INER te da de alta y te manda a casa, a menos que seas una paciente diabética, obesa o hipertensa. Nos dice que somos un país que desafortunadamente está rebasado por las situaciones y que son los médicos de hospitales como el INER quienes dan la cara ante la población para informarles lo mismo que a nosotras y desalentarnos a hacernos la prueba.

Asegura que no tienen manera de hacer frente ante esta emergencia sanitaria mundial y que es tal la cantidad de personas que llegan, aproximadamente unas 60 cada dos horas, que no dan abasto. Ante estas palabras, te quedas inmóvil, sin hacer nada y te retiras igual de enferma, aún con la incertidumbre de si tendrás o no coronavirus, influenza u otra cosa, ni te canaliza ni nada y te vas enojada, molesta y decepcionada con nuestro pésimo sistema de salud.

Creo que todos lo que estábamos ahí ese día y todos los que han ido e irán, piensan y tienen la esperanza de que se les hará la prueba y así poder descartar o tratar la enfermedad. Pero es mentira.