“Gente que jamás se había mostrado interesada en la pésima gestión económica del gobierno de Enrique Peña Nieto se convierte en experta financiera en detectar cataclismos y en defensora del gran capital”, dice la periodista Laura Martínez Alarcón en este artículo de opinión sobre una ‘amlofobia’ basada no en la razón ni el análisis, sino en la repetición de memes y falsas noticias.

Vivimos en una sociedad generadora y administradora de miedos. Para muchos, especialmente para los políticos y los economistas, la del miedo puede resultar una estrategia muy natural y conveniente cuyo objetivo es lograr que una parte importante de la sociedad quede presa del terror para luego manipularla en defensa de lo establecido y contra la posibilidad del cambio. Para ello echan mano del lenguaje mediático, el cual crea, diseña y amplifica ese miedo. Ejemplos hay muchos pero me quiero centrar en lo que está pasando en México.

Desde que Andrés Manuel López Obrador ganó amplia y legítimamente las elecciones presidenciales, no han dejado de surgir voces que se han instalado en la alarma más apocalíptica. Me asusta darme cuenta de que hasta en mi círculo más cercano se estén manifestando esas muestras de pánico basadas no en la razón ni el análisis, sino en la repetición de memes y falsas noticias propagadas por intereses bastante turbios. Personas de mucha misa los domingos y golpe de pecho son capaces de desearle al Presidente Electo el peor de los destinos; solo basta ver algunos de los carteles que portaban varios participantes en la reciente manifestación contra los resultados de la consulta sobre el NAIM para poner los pelos de punta. Gente que jamás se había mostrado interesada en la pésima gestión económica del gobierno de Enrique Peña Nieto, y que encima nunca le exigió cuentas, ahora se convierte en experta financiera en detectar cataclismos y en defensora del gran capital.

En lo personal me inquieta y preocupa el ruido que provocan las constantes muestras de clasismo que surgen de las redes sociales y que se reproducen como hongos por individuos supuestamente pensantes que son incapaces de detenerse un segundo a valorar su contenido. Nada más hay que ver la que se armó por la supuesta boda de lujo de uno de los hijos de López Obrador. ¿De verdad no les parece más preocupante la deuda por 10.42 billones de pesos que deja de herencia el actual gobierno? ¿No convendría mejor indignarse por las más de 250.000 personas asesinadas en México en los últimos doce años?

¡Cuánto daño ha hecho aquella frase de “AMLO un peligro para México”! Eso fue hace doce años, durante la campaña de Felipe Calderón y fue creada en los laboratorios de la FAES (Partido Popular de por medio y garante del PAN en México). López Obrador es, con toda seguridad, el político en el que se han gastado más recursos en los últimos años para desprestigiarlo y sacarle los “trapitos sucios”. ¡Tanto dinero para no haber podido demostrar nada! ¡Es una vergüenza!

El odio visceral no conduce a ningún lado. Solo sirve para dividir y radicalizar posturas. No caigamos en las trampas del pavor. No le hagamos el caldo gordo a los apocalípticos. Para muestra este par de botones en nuestro continente: Donald Trump y Jair Bolsonaro. ¡Tratemos de no vivir atrapados por la mentira y el miedo!

Si los seres humanos supiéramos escuchar, ya habríamos registrado en nuestro ADN cerebral lo que en 1852 dijo el poeta Henry David Thoreau, “a nada hay que tenerle tanto miedo como al miedo”. Algo tan sensato, pero tan difícil.