En nuestras manos está contribuir a crear un gran movimiento internacional a partir de nuestras experiencias locales, que nos “reenseñe” a vivir en comunidad respetando a todos los seres vivos y a nuestra casa mayor. Podríamos llamarlo Cooperación para una Vida Digna: COVID20.

Por Gonzalo Gabriel Estrada Cervantes.

BAJA CALIFORNIA, México.- No hay palabras para describir el doloroso azote que la naturaleza está dando a la especie humana en su propia casa. Es más lo no vemos que lo que vemos en el mundo físico. Como en otras ocasiones, la naturaleza parece haber respondido a nuestros abusos de otras especies y seres vivos y del planeta en general.

Hemos privilegiado nuestra satisfacción personal a costa del agotamiento de la riqueza del planeta, de equilibrio natural y de su armonía con la economía y la sociedad.

Cooperación para una vida digna: hacia el COVID-20

El coronavirus puede dejarnos heridos de muerte, de pena, rabia y dolor. Pero también nos dejará lecciones para el presente y el futuro de la humanidad, que a veces carece de la capacidad de aprender del absurdo que supone abusar de otros seres vivos y utilizarlos sólo en nuestro beneficio; la satisfacción de la inmediatez, la acumulación y la especulación.

Una pandemia de está magnitud alcanza a todos de algún modo. De poco quizás valdrán las reservas en dinero y en mercancías en este momento si no ha de ser para equipo médico y víveres. Muchos países cuentan con deficientes instalaciones de salud y serán quizás los más afectados. La onda expansiva de un veneno invisible parece haber llegado a África, que nos espera viendo cómo lo están pasando los chinos, los iraníes, los estadounidenses, los italianos, franceses y españoles. Las imágenes de la habilitación de sitios para hospitales y morgues, la imposibilidad de acompañar a muertos y enfermos más que de forma virtual, hace más doloroso esté difícil trance. Hace años viví en carne propia la pérdida de un ser querido por la Influenza H1N1, y yo mismo sobreviví a un virus en Italia.

Casi se ha detenido el mundo. Ni aviones ni coches, ni trenes ni barcos. Confinados en casas, moviéndonos poco y a medio ritmo y con la angustia latente de pensar quién de tu gente más cercana puede llevar consigo el virus. Es una sensación de impotencia, dolor y rabia. ¿Pero rabia contra qué? ¿Contra quién? ¿Quién es responsable? ¿O lo somos todos?

La pandemia escapa nuestra capacidad de comprender, sea cual sea el saldo final. Debemos detenernos para reflexionar sobre nuestro tránsito hacia una nueva relación hombre-naturaleza-economía.

Cooperación para una vida digna: hacia el COVID-20

Existe ya un andamiaje social y económico muy dañado que no soporta una acumulación infinita de dinero y sobreexplotación de recursos naturales. No habrá dinero que pueda, después de las catástrofes y calamidades creadas por la propia humanidad, resarcir el daño en la vida de todos los seres vivientes que habitamos este planeta herido.

Es momento de construir entre todos un nuevo contrato social mundial. Las fronteras deberían servir sólo para potencializar y preservar recursos y costumbres que den valor y satisfactores a todos. Los mismo que la acumulación económica. Ya estamos viendo que los venenos, como este que se esta coronando, no distinguen a nada ni a nadie.

En nuestras manos está contribuir a crear, un gran movimiento internacional a partir de nuestras experiencias locales, que nos “reenseñe” a vivir en comunidad respetando a todos los seres vivos y a nuestra casa mayor. Podríamos llamarlo Cooperación para una Vida Digna: COVID20. Cuando la razón está en apuros surge el ingenio para el bien vivir colectivo. Aprovechemos este momento en medio del dolor.


Imágenes obtenidas del documental Home