El regreso del PSOE a la presidencia del gobierno español, de la mano de Pedro Sánchez, se puede interpretar como un intento desesperado de mantener con vida el bipartidismo en España.

Como cancerberos de este sistema, el Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular (PP) llevan más de treinta años repartiéndose el botín político y económico del Estado, y van a pelear por conservarlo. Esta es la lectura que nos permite comprender los últimos acontecimientos políticos acaecidos en España.

El acceso de Pedro Sánchez a la jefatura del gobierno de la mano de independentistas catalanes, nacionalistas vascos, y de los marxistas sin bandera roja de Podemos, gracias al apoyo que le brindaron en la moción de censura del pasado 31 de mayo por la que fue desalojado de la Moncloa el PP de Mariano Rajoy, no supone un asalto al sistema político que ha venido rigiendo España desde 1978. Tampoco abre otro frente desafiante en el atribulado flanco sur de la Unión Europea, alarmada por la reciente victoria del euroescepticismo en Italia.

Al contrario, el regreso del PSOE al poder va a suponer la defensa del sistema bipartidista frente al acecho de Podemos y de los liberales de Ciudadanos, y a reivindicar la pasión de servidumbre europeísta de España con relación a Bruselas.

Se van a sentir defraudados aquellos que creen que el PSOE de Pedro Sánchez va a atender las demandas de democracia social procedentes de la izquierda representada por Podemos. También los que quieren ver en Sánchez un adalid de la moralidad política, dado que el currículo corrupto del PSOE en nada desmerece al del PP. Tampoco va a ver cumplidos sus sueños de emancipación étnica el nacionalismo supremacista catalán. Cuestionar el modelo de financiación del Estado, del que dependen los partidos políticos y el menguante estado del bienestar, la corrupción como factor de gobierno del que todos participan, y la unidad nacional de España supondría el colapso del Estado y el suicidio económico y político del PSOE, algo que no está dispuesto a hacer. Con una larga experiencia acumulada de gobierno, los socialistas saben que, para mantenerse en el poder, los ideales se subordinan a los intereses, para cuya defensa se elabora una fina estrategia política de la que carecen por ahora Podemos y Ciudadanos, marginados a la periferia del tablero político tras la moción de censura.

A nadie se le escapa que la composición del ejecutivo liderado por Pedro Sánchez nace de la necesidad de ser breve pero efectista, pensando en incrementar las probabilidades de victoria del PSOE de cara a las próximas elecciones generales, que no pueden celebrarse más allá de 2020. Consciente de su debilidad parlamentaria, con apenas 85 diputados en un Congreso de 350 escaños, y un Senado en manos de la mayoría absoluta del PP, el ya presidente Sánchez ha apostado por un gabinete de figuras de renombre. Hay guiños a los sectores más identificados con la progresía de levedad intelectual y a su contraparte de populachera cultura televisiva, como el nombramiento del novelista y antiguo periodista de la prensa del corazón Màxim Huerta como ministro de Cultura y Deporte. Esto quiere compensarse con figuras como el magistrado Grande-Marlaska en Interior, o Josep Borrell en Exteriores, que a priori pueden agradar, o al menos no generar rechazo en amplios sectores de la derecha sociológica española.

Por otra parte, el interés por revivir el ajado bipartidismo explica también el comportamiento del PP de Mariano Rajoy con relación a la moción de censura. Por mucho que algunos de sus voceros nieguen la mayor, la dimisión de Rajoy habría desactivado la votación en el Congreso que acabó aupando al poder a Pedro Sánchez. Sin embargo, la dimisión hubiera allanado el camino a una más que probable victoria electoral de Ciudadanos, que parece no saber cómo emplear el presumible capital político acumulado por el hastío de millones de españoles generado por la corrupción y el desafío secesionista en Cataluña. Rajoy, cuyo principio rector es la inacción, pero a quien no se puede negar un fino sentido de la estrategia, optó por caer en la moción de censura para dar paso al PSOE en lugar de a un Ciudadanos que pesca en un caladero electoral muy similar al de los populares. Dejándose hacer por Pedro Sánchez, Rajoy ha evitado la más que probable victoria de Ciudadanos y ha posibilitado que el PP trate de recomponerse pensando, como el PSOE, en las próximas elecciones generales, pasando un tiempo en la oposición en la que va a intentar convencer a millones de votantes de que puede volver a ser el gran partido de la derecha española.

El bipartidismo en España está herido, pero no muerto. PP y PSOE van a tratar de defenderlo, pues les va la vida política en ello. Con permiso de Cataluña, de eso van a ir los próximos meses de la política española. De eso va la victoria parlamentaria de Pedro Sánchez.