El nacimiento de la neurociencia moderna tuvo lugar en el pequeño laboratorio casero de Santiago Ramón y Cajal, donde postuló la “doctrina de la neurona”. Sus aptitudes artísticas, su carácter investigador y su fascinación por la naturaleza le llevaron a ser el padre de la actual neurobiología. Su legado se extendió hasta el otro lado del Atlántico y llegó a México.

El 1 de mayo de 1852, en el pequeño pueblo de Petilla de Aragón, nacía Santiago Ramón y Cajal. En la obra Cuando yo era niño: la infancia de Ramón y Cajal contada por él mismo, se define como un niño díscolo y mal estudiante. Con un gran talento artístico, que se refleja en los dibujos histológicos que dejó en sus obras, se maravilló con la invención del ferrocarril y la fotografía, pero también cultivó su curiosidad científica: criaba animales para observar su comportamiento y se sorprendió con las fuerzas de la naturaleza al contemplar el eclipse de 1860. Trabajó como aprendiz en una zapatería y en una barbería, obligado por su padre que intentaba corregir su comportamiento. De esta experiencia sacó una gran destreza manual, que posteriormente emplearía para realizar los cortes de los tejidos que estudiaba. Este carácter polifacético y esa curiosidad innata fueron, probablemente, la base de los logros del Ramón y Cajal adulto.

Finalmente, persuadido por su padre, decidió estudiar Medicina. Se licenció en la Universidad de Zaragoza en 1873 y obtuvo el doctorado en Madrid en 1877. Trabajó también como médico militar destinado en Cuba de donde regresó enfermo en 1875. Fue al regresar cuando retomó sus estudios y realizó su doctorado sobre la patogenia de la inflamación.

Con el dinero ahorrado durante su estancia en Cuba compró su primer microscopio. Ramón y Cajal realizó la mayor parte de sus primeras investigaciones desde su casa, con materiales y recursos que él mismo compraba. En su biografía cuenta que trabajaba en su laboratorio casero desde las 9 de la mañana hasta entrada la medianoche. No fue hasta el año 1901 cuando el gobierno español decidió crear el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, donde él mismo trabajó hasta 1922. Este laboratorio daría lugar a la Escuela Española de Neurohistología.

Ramón y Cajal ha pasado a la historia por sus estudios en el tejido nervioso que comenzó en su pequeño laboratorio y donde gracias a sus habilidades en el dibujo dejó una serie de lámina donde describe la estructura de las neuronas, e incluso se atrevió a confirmar que las dentritas (pequeñas espículas que poseen) son un elemento fundamental en el desarrollo de la memoria; y así fue como en el año 1888 postuló su “doctrina de la neurona”. Con esta teoría se descubre al fin que el tejido cerebral está compuesto por células individuales, las neuronas, y que por la ley de la polarización dinámica, la transmisión del impulso nervioso es unidireccional.

En un primer momento, sus ideas fueron rechazadas por sus colegas de profesión europeos. Por ello, Santiago elaboró su propia revista que distribuyó a toda Europa de forma gratuita, donde relataba sus descubrimientos. Finalmente, esta teoría fue llevada a Berlín en 1889 y, durante el Congreso de la Sociedad Anatómica Alemana, fue aprobada. El culmen de sus investigaciones fue en el año 1906 cuando, junto con Camillo Golgi, recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.

Desde 1889, su fama dentro del mundo científico aumentó y fue invitado a numerosos congresos y conferencias. Creó una escuela de discípulos que continuaron con sus estudios. Su legado se extendió al otro lado del Atlántico, con muchos discípulos que huyeron de la Guerra Civil española y se instalaron en México. El Instituto Cajal en Madrid fue prácticamente arrasado durante este período y muchos de los investigadores de este centro llegaron a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Entre algunos de estos podemos encontrar al neuropsiquiatra Dionisio Nieto o al patólogo Isaac Costero. Nieto aplicó las tinciones desarrolladas por Del Río Hortega a enfermedades neuropsiquiátricas como la epilepsia y la esquizofrenia, permitiendo así el estudio de las bases fisiológicas de estas enfermedades.

El legado de Santiago Ramón y Cajal traspasó las fronteras de España y consiguió crear una escuela a nivel mundial. Hoy toca replantearnos si una persona tan multidisciplinar y con un pensamiento divergente como Cajal tendría cabida en los sistemas educativos tan rígidos de hoy, donde incluso a veces el mérito del esfuerzo pasa a un segundo lugar.