Las ONG defensoras del planeta y del medio ambiente han rechazado en bloque el borrador de supuestos acuerdos para afrontar el cambio climático tras la Cumbre de Madrid. Gobiernos y parlamentos han de tomar medidas, pero la gente hemos de reciclar, consumir menos, ahorrar energía y prescindir de los combustibles fósiles.

Análisis de Xavier Caño Tamayo.

La Unión Europea presume de liderazgo en la lucha contra el cambio climático, pero ha sido incapaz de llegar un acuerdo común para frenar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la Cumbre del Clima de Madrid. Polonia lo ha bloqueado.

Se ha repetido que el aumento de la temperatura media global ha de estar muy por debajo de 2°C sobre los niveles preindustriales y que hay que hacer más esfuerzos para limitar el aumento de temperatura a 1,5ºC sin que llegaran propuestas concretas. Bla, bla, bla. Parloteo, porque el “acuerdo final” no explica qué harán los 84 países comprometidos a reducir las emisiones contaminantes antes del próximo encuentro en Glasgow el año que viene. ¿Y los ciento y pico países restantes que componen la ONU no harán nada?

Indicador de para que ha servido la Cumbre del Clima de Madrid (COP25) es que las ONG defensoras del planeta y del medio ambiente han rechazado en bloque el borrador de supuestos acuerdos para afrontar el cambio climático porque queda en el aire qué hacer para que los países más vulnerables al cambio climático, que suelen ser los más empobrecidos, puedan hacerle frente. Tampoco se ha solucionado la perversa compraventa de emisiones de gases contaminantes. Paradójicamente no es mala noticia, porque acaso se hubiera aumentado de hecho el volumen de emisiones de CO2 con el trapicheo de comprar y vender derechos de emisión entre países desarrollados y empobrecidos.

Tampoco se han puesto de acuerdo en las aportaciones para un Fondo Verde para el Clima que los estados ricos se comprometieron a financiar para garantizar que los países empobrecidos afronten el cambio climático con medios adecuados. Representantes de Greenpeace, Action Aid o WWF han sido contundentes al expresar su desacuerdo con la deriva de las negociaciones de la Cumbre del Clima de Madrid y han mostrado su indignación por la falta de compromisos a pesar de que científicos y expertos en clima no cesan de alertar. Informe tras informe, han explicado los catastróficos efectos devastadores del cambio climático si las emisiones de gases de efecto invernadero no se reducen hasta desaparecer. Pero eso significa otro modo de vida, otro modelo. ¿Seremos capaces de cambiar?

Sin medidas concretas para frenar el cambio climático

Casi 200 países que han participado en esta Cumbre del Clima han sido incapaces de acordar medidas concretas para iniciar en serio la transición climática hacia las emisiones cero en 2050. Las negociaciones de Madrid han desembocado en un llamamiento a los gobiernos para que tomen medidas que reduzcan las emisiones. Un brindis al sol. El documento final que se pretendía aprobar no llega ni a la suela del zapato a lo conseguido en el Acuerdo de París, que supuso cierta esperanza.

Si no se toman medidas que frenen ahora y luego reduzcan las emisiones de gases responsables del cambio climático, no hay ni resquicio de duda de que lo pagaremos caro. Si no somos capaces de limitar el aumento de temperatura a 1,5 grados como máximo, las temperaturas aumentarán cada vez más y habrá más olas de calor que durarán más tiempo. Habrá también más sequías y más grandes incendios como los vistos en televisión en California y Australia con infernales imágenes de fuego que provocarán una constante deforestación y contribuirán a la desertificación del planeta.

Cambiar de modelo, cambiar de modo de vivir

Los cambios de temperatura provocarán lluvias menos frecuentes pero más torrenciales, habrá más inundaciones y se desbordarán más los ríos, como se ve en los telediarios. Habrá más huracanes y serán más violentos con sus secuelas de destrucción y muerte. Las zonas heladas de la tierra se derretirán de forma progresiva y el aumento del nivel del mar hará desaparecer muchas islas, poblaciones litorales y costeras. Se reducirán las tierras cultivables fértiles y habrá menor producción de alimentos, con un aumento en los precios como consecuencia.

Se podrían exponer más secuelas catastróficas de no frenar el cambio climático. Hay que reaccionar ya. Pero afrontar el cambio climático no atañe solo a políticos y gobiernos. La gente hemos de cambiar de modo de vida, reciclando, consumiendo menos, ahorrando energía, prescindiendo de los combustibles fósiles…  Ayudaría, por ejemplo, plantar millones de árboles que reducirían las emisiones de gases carbónicos. En Etiopía, el pasado mes de julio y en solo 12 horas se plantaron 353 millones de árboles para combatir la deforestación del país y hacer frente al cambio climático. Se busca revertir los daños de la prolongada sequía y las escasas lluvias que, según Naciones Unidas, han dejado en la pobreza y el hambre en esa región a casi cuatro millones de personas.

Una medida al alcance de todos es utilizar menos los automóviles, que funcionan con combustibles fósiles, y desplazarse a pie o en bicicleta. Mejoraremos la salud y contribuiremos a reducir los gases de efecto invernadero. En distancias más largas se puede utilizar el transporte público.

Gobiernos y parlamentos han de tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, establecer ayudas, imponer sanciones, financiar energías limpias. Pero si la ciudadanía no presiona, si la gente no actúa y no planta cara, con los gobiernos que tenemos, no habrá freno que valga al cambio climático con los gobiernos que tenemos. Va en serio. O frenamos y reducimos el cambio climático, sin trampa ni cartón, o lo pasaremos muy mal.