Después de dedicar años de su vida a la Educación Social, Celina Bonilla ha creado LuCa (@luca_modamx en las redes) para traer a España diseños mexicanos adaptados a la moda española y europea. Utiliza una de las estrategias más básicas del marketing: el boca-oreja.

MADRID, España.- Celina Bonilla figuraba en un listado de alumnos para la carrera de mercadotecnia pero decidió cambiar el rumbo sin saber que, muchos años después, acabaría confiando en el boca-oreja, una de las estrategias más básicas del marketing,  para vender diademas, collares y prendas de ropa con diseños mexicanos adaptados a la moda española y europea.

Afirma que habría tenido que estudiar diseño si se hubiera planteado depender de creaciones propias, por lo que se le ocurrió buscar la variedad que conocía de bazares y mercados en México.

En vez de romperme la cabeza pensé: por qué no me llevo propuestas que ya están hechas y les ayudo a cruzar el charco”, cuenta esta educadora social reconvertida a diseñadora y emprendedora que ha encontrado en Guadalajara lo que considera “el Dorado del diseño mexicano”. Trabaja con seis marcas de ahí, tiene productos de la Ciudad de México, a la que considera más un terreno inexplorado, de Oaxaca, de Chiapas y de otros lugares.

Voy con una maletita y desembarco donde puedo”, dice Bonilla. Antes llevaba sus productos al trabajo, a reuniones y a distintos encuentros hasta que, en septiembre, hizo su primer mercadillo en la celebración de la Independencia de México que Nodo MxM organizó en la Tabacalera. Hace unos días organizó un nuevo mercadillo en la plaza de Olavide, en Madrid.

LuCa: dos abuelas en el nombre de una marca

Lo más enriquecedor en este camino ha sido la mezcla de emoción e incredulidad que provoca en las mujeres mexicanas que su marca cruce el charco. Son sobre todo mujeres las que encuentran en la moda un camino de expresión y sustento económico, y me entusiasma la idea de dar visibilidad a su trabajo”, afirma Celina, orgullosa de que entre sus proveedoras haya mujeres con una preparación académica en moda o diseño, colectivos de artesanas o chicas que se acercaron a una máquina de coser para sacar adelante a sus familias.

Cuenta de una calcomanía que le envió una proveedora de una tienda online de León, Guanajuato, que dice: morras help morras (algo que en España equivaldría a chavalas help chavalas).

Ahí me di cuenta de la trascendencia de mi negocio, de los fuertes lazos que podemos crear como comunidad a pesar de la distancia y cómo detrás de pequeñas marcas hay personas que sueñan en grande.

Bonilla habla del paso de la Educación Social, a la que dedicó 15 años de su vida, al mundo de la moda y de los negocios.

“Ken Robinson le llama El Elemento, en Japón se refieren a él como el Ikigaiyo lo defino como replantarte qué camino quieres seguir en la vida y cómo quieres recorrerlo. No llegué a la moda por azar”, dice.

Lupita y Carmelita, las abuelas de Celina, han jugado un papel fundamental en la creación de LuCa. El mismo nombre combinado de las dos crea el concepto de su negocio, que reúne el oficio artesano y textil de Lupita con el afán emprendedor de Carmelita, que tuvo una boutique en la calle Chapultepec en Guadalajara.

Encontré que tengo impregnada la idea que la ropa también es una forma de cuidarnos y transmitir cariño.

También su madre, costurera, influyó en este nuevo camino que acaba de tomar. Lo equipara al aprendizaje de idiomas en la infancia.

No sabes que lo sabes ni cómo lo sabes. Pero lo sabes. De mi madre aprendí la dedicación, la paciencia y la noción estética. Es muy meticulosa en los acabados”, afirma la educadora reconvertida en diseñadora y empresaria.

Historias detrás de las marcas

Bonilla afirma que le gusta trabajar con diseñadores que recogen un testigo, aprenden un oficio y le imprimen su propia personalidad, como el creador de la marca de botines charros Romeo y Julián.

Este diseñador del Estado de México aprendió el oficio de su familia, pero ahora incorpora estampados modernos y telas modernas de distintas texturas y colores. O cuenta el caso de Helga, que proviene de una familia de León que durante generaciones se ha dedicado a la piel y a la marroquinería, y ahora hace monederos y otros accesorios con diseños innovadores.

En un viaje a México, un día antes de volverse a Madrid, una amiga de una amiga le llamó para decirle que conocía a una chica que “hacía cosas”. La llamó y quedaron de verse en los arcos de Querétaro. Se encontró con una chica que se dedica a trabajar con piedras preciosas en un proyecto empresarial en el Cereso (cárcel de mujeres en México), donde las internas hacen joyería.

Se me abrieron de par en par los ojos al ver las maravillas que hacen, que es su sustento y el de sus familias. Estar en la cárcel es difícil pero más en México. Con el poco dinero que me quedaba compré todo lo que pude. Voló.

Entramado de dar y recibir

Esta mujer de Querétaro con raíces en Jalisco señala dos experiencias que marcaron su adolescencia y su toma de decisiones de estudios y trabajo posteriores.

“Cuando me preguntan quién me ha marcado más espiritualmente, respondo que fue mi entrenador de baloncesto. Era joven y despreocupado. Una Semana Santa lo invitaron a que se fuera de misiones. Me impresionó mucho cómo regresó, cómo contaba que lo habían recibido en las comunidades. Yo tenía quince años y me impresionó mucho”, dice Bonilla.

La segunda experiencia tiene que ver con el servicio social que tenía que hacer en la preparatoria (bachillerato), y que desempeñó en la Casa Hogar San Pablo de Querétaro.

“Algo despertó en mí trabajar con esos chicos. Como no quería dedicarme el resto de mi vida a estudiar, decidí que no pasaba nada por postergar los estudios y dedicar un año a labores de voluntariado”, dice.

Empezó a trabajar en un Kibutz cristiano en Querétaro, fundado por un padre español, donde pasó el año más intenso de su vida, entre escobas y las lechugas que lavaba, según cuenta entre risas.

“Te encuentras con realidades que no te esperas a 20 kilómetros de Querétaro. Te das cuenta de que es verdad eso que te decían de los niños que no van a la escuela porque no tenían zapatos”, dice.

De México a España

Después de un año en el Kibutz, Bonilla trabajó en una librería hasta que conoció la posibilidad de estudiar Educación Social en España, pues en México no existía esa carrera ni nada parecido. Así aterrizó en España, donde estudió esa carrera en la Universidad Complutense de Madrid y, más tarde, la de Antropología en la Universidad Autónoma de Madrid, algo que hoy considera una locura.

“Me lancé a un país que no conocía con mil dólares que junté de aquí y allá. No sabía dónde iba a vivir y pensaba me pongo a trabajar en un Burger King o en un McDonald’s. Ahora lo pienso y digo qué inconsciente. Pero fueron tantas las personas que me ayudaron. Si no es porque alguien me cedió una habitación me hubiera tenido que regresar”, cuenta en referencia a Carmen, la maestra que la acogió en su casa, que fue a su boda y que se convirtió en su familia española.

“Cuando algunos chavales que me daban las gracias por ayudarles a preparar un examen, pensaba: sin Carmen, nunca habría podido ayudar a otros”, dice.

Después de 15 años de satisfacciones en proyectos de infancia y familia en San Cristóbal de los Ángeles, en Madrid, Bonilla ha conseguido conjugar la dimensión antropológica de ayudar a los demás con la vocación emprendedora de una de sus abuelas y la artesanal de la otra para crear LuCa.


Para pedidos y contacto con Celina Bonilla en las redes: @luca_modamx